Los pilotos de líneas aéreas comerciales ya han denunciado numerosos casos en los principales aeropuertos españoles. También en Vigo han alertado en varias ocasiones de un haz de luz apuntando directamente a la cabina durante sus maniobras de aproximación a Peinador, pero lo que en esta ocasión quería traer hasta esta página de náutica es todavía más retorcido y peligroso.
Ocurrió la noche del pasado 16 de febrero y la víctima fue el helicóptero «Pesca 1», el verdadero ángel de la guarda de todos los navegantes que atraviesan la costa atlántica de Galicia. Comenzó como una alerta más de las muchas que atienden al cabo de un año y pudo acabar en una tragedia.
La tripulación recibió un aviso de una bengala en O Grove, cerca de Porto Meloxo, e inmediatamente se puso en marcha. Despegaron desde Vigo y en unos minutos estaban ya sobrevolando la zona en busca de un posible naufragio o algún barco en problemas. Ni rastro de embarcación o náufrago. «Al tratarse de un sábado pensamos que sería algún bromista, ya que cuando hay partidos de fútbol suelen lanzar bengalas», aseguró al que les escribe uno de los tripulantes del helicóptero. El asunto ya es grave en sí, con todo lo que significa utilizar un elemento esencial para salvamento como un juego pirotécnico, pero todavía fue peor.
Después de casi dos horas de búsqueda y cuando el «Pesca 1» se retiraba de nuevo a Peinador, el piloto se percató de que los estaban apuntando con un puntero láser desde tierra. El haz de luz entró en la cabina de forma clara e insistente hasta el punto de que todos los tripulantes lo percibieron. No fue tan solo una vez. Desde una zona boscosa de la península arousana, insistieron varias veces apuntando al helicóptero.
Gracias a las cámaras infrarrojas con las que cuenta el servicio de rescate, localizaron a tres «graciosos» en tierra y dieron aviso inmediato a la Guardia Civil para que se desplazase a la zona. No hubo suerte, cuando las patrullas llegaron al lugar, no encontraron a nadie y los autores de la broma macabra habían desaparecido.
En términos económicos, la operación costó unos 12.000 euros, cálculo estimado para dos horas de vuelo del «Pesca 1», pero el peligro que supuso para la tripulación no tiene precio. Tanto los tripulantes como la Xunta creen que las mismas personas que lanzaron la bengala fueron los que después utilizaron el puntero láser.
Estos inconscientes que ponen en peligro la vida de los pilotos deberían saber que quizás en un futuro cercano ellos mismos o algún familiar o amigo necesiten la ayuda de esa misma tripulación para rescatarlos en el mar o en tierra. Será difícil regular la utilización de un puntero láser o prohibir su venta, aunque su uso malintencionado como en esta ocasión esté penado con prisión, así que solo nos queda la fórmula de contarlo y advertir de las graves consecuencias. Esperemos que no haya próxima vez y que si eso ocurre, los responsables acaben en un calabozo.