Hace dos temporadas, cuando el Celta parecía abocado al descenso a Segunda, el celtismo decidió unirse y aferrarse a las pocas opciones de permanencia que exisitían. Aquellos recibimientos, los de los últimos partidos de la temporada 2012/13, fueron antológicos, y los propios jugadores reconocieron que fueron fundamentales para seguir creyendo en la salvación. Al final, tanta fe tuvo recompensa. Ahora que la crisis vuelve a azotar al Celta, el celtismo vuelve a la carga.
Mientras se debate sobre cuáles son exactamente los problemas del Celta, a qué se debe las seis derrotas consecutivas en Liga y el pobre papel del equipo este martes en Copa, la afición quiere demostrar que continúa fiel a su equipo y a su entrenador, Eduardo Berizzo.
Lejos quedan los tiempos de aquel celtismo crítico hasta el extremo, que silbaba a sus jugadores y a sus entrenadores incluso cuando estos jugaban competiciones europeas y vivían alojados en la parte alta de la tabla de Primera. Cinco temporadas consecutivas en Segunda sirvieron como cura de humildad. También ha ayudado el cambio generacional que se ha producido en la afición. El público de Balaídos es ahora agradecido y generoso en su ánimo. De hecho, a pesar del horrible partido que completó el Celta ante el Athletic, los pitos, los primeros de la temporada, fueron bastante tímidos. E incluso hubo quien aplaudió al equipo.