Las meigas y las bruxas rompen el maleficio celeste
Pintaban bastos para el Celta al descanso. Parecía que la sequía goleadora iba a durar eternamente. Una vez más, el conjunto vigués había dominado en todas las facetas del juego excepto en la más importante: el gol. El Celta había gozado en las botas de Orellana de dos ocasiones perfectas para romper la mala racha, pero el chileno no supo definir un mano a mano frente a Diego Alves y minutos más tarde falló un penalti. La portería contraria iba empequeñeciéndose por momentos mientras que la defendida por Sergio sufrió un zarpazo furtivo en el único lanzamiento entre los tres palos del Valencia en todo el encuentro. Fue el vigués Rodrigo Moreno, en el regreso a su tierra, quien se internó como un rayo por la banda derecha para chutar un zurdazo que se coló por debajo del guardameta céltico. Así se llegó al descanso. Ya habían pasado más de 700 minutos desde el último gol del Celta en Liga.
Sin embargo el ánimo del equipo no decayó en la segunda mitad y finalmente llegó el ansiado gol. Quedaron atrás 726 minutos, cuatro balones a la madera y dos penaltis marrados. El artífice fue Fabián Orellana, el que anterioremente había fallado dos oportunidades claras, y fue a balón parado, el aspecto por el que se había criticado al equipo en las pasadas semanas. Cuando ya algunos los aficionados se estaban encomendando a las meigas y a las bruxas, o tal vez pensaban en comprar una ristra de ajos para cambiar la suerte de los suyos; se rompió el maleficio. Fueron más de doce horas sin conocer el gol, la cuarta peor marca de ineficacia de la historia de la Liga según informó Pedro Martín (@pedritonumeros) en la Cadena Cope. Gracias al tanto del internacional chileno, el Celta logró rescatar un punto, aunque por juego y ocasiones mereció más.
Chapa y pintura
Berizzo quiso cambiar el rumbo de la nave celeste dándole unos retoques de chapa y pintura. El técnico argentino varió el esquema y con él la forma de enfocar tanto la defensa como el ataque. El ‘Toto’ pobló más la zaga con la inclusión de Radoja como tercer central junto a Sergi Gómez y Fontás, le dio amplitud al juego vigués al dar libertad absoluta a Mallo y a Jonny para sumarse como carrileros por las bandas y generó más alternativas por el centro con la movilidad de Orellana y Pablo Hernández, que jugaron por delante de Augusto y Krohn-Dehli. Como referencia en punta, Charles. La estrategia salió a la perfección. El Celta redujo al mejor Valencia de los últimos años a la figura de Rodrigo, el único que puso en aprietos reales a los olívicos. Los pupilos de Berizzo defendieron bien, presionaron de manera ordenada y sobre todo, llegaron con claridad a la portería contraria gracias a que en todo momento se encontraban muchos efectivos celestes por delante del balón y las opciones de pase se multiplicaron.
Habemus ‘Tucu’
El jugador más beneficiado del cambio de sistema fue Pablo Hernández. El ‘Tucu’, que a lo largo de la presente campaña había creado más sombras que luces, se encontró muy cómodo ocupando la posición de enganche. Hernández se movió a sus anchas entre Parejo y Enzo Pérez: desahogó el juego hacia las bandas, ofreció apoyo a los centrales en la creación de juego cuando el Valencia tapaba las línea de pase hacia Augusto y Krohn-Dehli y por primera vez, aceleró su tempo para sincronizarse con el juego del equipo. Conforme se acercó el final del choque, el chileno nacido en Argentina se fue apagando y el equipo notó su ausencia, sobre todo a la hora de no dar el último acelerón para llevarse los tres puntos. Además de Pablo Hernández, frente al Valencia también destacó Nemanja Radoja. El internacional Sub-21 serbio demostró -esta vez como central- su capacidad para entender el fútbol, su compromiso y las tablas que tiene pese a su juventud.
Los errores no se perdonan
La mala racha de resultados del Celta se deriva, entre muchos otros factores, por el escaso margen de error con el que trabajan los vigueses. Cada fallo se castiga duramente. Prueba de ellos fue el gol de Rodrigo, surgido del único error grave de los celestes en los noventa minutos. Andreu Fontás telegrafió un pase horizontal hacia Jonny que cortó el delantero valencianista. El delantero vigués criado en las categorías inferiores del Ureca y el Celta avanzó sin oposición desde la banda derecha y soltó un latigazo centrado. Un disparo fácil para Sergio, pero que al de Catoira se le coló por debajo del cuerpo. Un error que se suma a todos los anteriores cometidos en los últimos ocho partidos -incluido el de Copa del pasado martes frente al Athletic de Bilbao- y que han originado la horrible racha de resultados que está atravesando el conjunto céltico.
La importancia de no venirse abajo
La clave del partido fue no perder la fe. Berizzo consiguió espolear a los suyos en el vestuario pese a que todo se les había puesto en contra. Después de un inicio arrollador los celestes se fueron al descanso por debajo en el marcador tras haber perdonado a los ‘chés’ con el penalti que Diego Alves le paró a Orellana. Pero lejos de venirse abajo, el Celta salió todavía más fuerte. La reaparición de Nolito, que sustituyó a Hugo Mallo -lesionado en el ligamento lateral interno de la rodilla derecha-, junto con la profundidad que aportó Orellana situándose como carrilero derecho, dieron alas a un Celta que logró empatar el encuentro y gozó de ocasiones posteriores para culminar la remontada. También fue muy importante el papel de la afición, que no dejó de animar a los suyos y calentar el ambiente incluso en las horas previas al encuentro. En los instantes finales del choque a los de Berizzo les faltó un poco de empuje para lograr los tres puntos. El esfuerzo pesó demasiado en las piernas de Orellana y Pablo Hernández, que finalizaron el encuentro al ralentí pese a que el ‘Toto’ realizó solo dos de los tres cambios disponibles.