La ciudad de Vigo también contó en su día con un Louvre que tenía un gran prestigio en toda Galicia. Se trataba de un taller de alta costura que estuvo activo desde las primeras décadas del siglo XX hasta los años setenta. Allí se ofrecían los diseños más innovadores llegados desde París, que en aquella época ya marcaba las pautas de la moda. Los productos eran confeccionados con precisión y esmero por un selecto equipo de modistillas, y para ello utilizaban las mejores telas y las más lujosas pieles. En el Louvre disponían de modelos femeninas para mostrar los diseños a las clientas, del mismo modo que en las pasarelas de moda, pero en un espacio más pequeño y para grupos muy reducidos, incluso a veces para una única clienta. Entre aquellas modelos de El Louvre podemos recordar, por ejemplo, a Laura Pérez, una mujer viguesa de tal belleza y elegancia que al caminar, según cuentan sus contemporáneos, despertaba admiración y levantaba pasiones. Y es que al taller del Louvre acudían las mujeres más elegantes —y de economía más saneada— de la ciudad Vigo, de Galicia e incluso de Portugal, buscando las fórmulas más elegantes del vestir femenino. Pero la moda «prêt-à-porter» (listo para usar) terminó con la alta costura viguesa, y de aquel establecimiento emblemático ubicado en el número 4 de la Porta do Sol haciendo esquina con la calle Carral, en la actualidad sólo queda el recuerdo y algunos anuncios a la altura de unos balcones que hoy pasan inadvertidos a los ojos de los vigueses.