Es decir, dejemos claro de entrada que una urbe como Vigo, la mayor de Galicia, tiene sus circuitos alternativos, su ebullición subterránea y algún garito donde escuchar cosas interesantes. Pero a flor de piel se desarrolla, en los espacios más mediáticos, los apadrinados por los estamentos y lo «mainstream», otro tipo de actividad musical igualmente válida. El asunto es que parece que sobre Vigo caiga, en este contexto, la maldición del mal gusto y la solución facilona. Uno, cuando se estrenó como plumilla crítica de conciertos se las prometía felices, con un festival veraniego como Vigo Transforma (dos ediciones, a las que acudieron The XX, Orbital, The Pains of Being Pure at Heart, Devendra Banhart, Moby…) y con la presencia en el Auditorio Mar de Vigo de los mismísimos Wilco. Pero en un solo año el festival portuario cayó (y «portuario» es la clave, temo) y de Wilco pasamos a abrir el Auditorio Mar de Vigo a Bisbal, Malú y, como mucho, Love of Lesbian. No pasa nada, los fans de Bisbal merecen su concurso en Vigo, pero en una programación anual quizá podría haberse atendido a las promotoras más avispadas para traer, también, a más artistas de prestigio internacional real. Los que encabezan el cartel, a poco más de una hora en coche, la versión portuguesa del Primaverasound, por donde han pasado Nick Cave, The National o, este próximo verano, Patty Smith.
La autora de «Horses» es un punto interesante, porque ella llenó Castrelos, sí, un lejano verano de 2010. Como Leonard Cohen o Pet Shop Boys antes. Este último verano, definido insensatamente como el de las mejores fiestas de toda España, nos brindó los guitarreos de Joe Satriani, de pago en el Auditorio, el piano pop de Jaime Cullum y Malú (otra vez, ya había venido a Vigo no hace demasiado). Mientras, en otros puntos gallegos tocaron Belle and Sebastian o los seminales Madness. E insisto, me parece perfecto, Satriani tiene sus fans, Malú también, y hasta los hermanos Calatrava los tendrán. Pero la cuestión es que parece que estemos avocados a recibir, con fastos y oropel, solo a cierto tipo de relumbrones y estrellas.
Estoy seguro de que PJ Harvey, Portishead, el mencionado Nick Cave o tensando más la cuerda, unos Swans, podrían llenar sin problemas el Auditorio. Pero no vienen ni aunque estén en época de gira. Wilco fue el último resplandor de la cerillera musical que ha sido el último Vigo.
Estos carnavales vuelve la burra al trigo con un karaoke inaugural. Pero esta vez alguien ha tenido una idea brillante: Kiko Veneno, una de las figuras más relevantes de nuestra música, estará hoy tocando en la Puerta del Sol. Irá en gustos, insisto, puede espantarte el compositor de «Volando voy» y encantarte, uf, Melendi (dos veces ya en Vigo) porque va en gustos, pero es objetivo que el autor de «Veneno» (1977) o «Échate un cantecito» (1992) es referente, y sigue aportando buenos discos si nos fiamos de las mejores revistas y webs especializadas del país. Es objetivo, más allá del caprichoso éxito de radiofórmulas que sostienen el prestigio de otros nombres, tan queridos últimamente en Castrelos y el Mar de Vigo.
Otra opción de músicas nutritivas son atender, siempre, a lo que consiguen en la vecina Nigrán (ergo, no en Vigo) los naufragios del «Transforma», reconvertido en el festival «Port América», o las promotoras Coconut y Sinsal, gracias a las que hemos gozado de tUnE-yarDs, Half Japanese o Pere Ubu en este curso. Nombres entre lo novedoso y lo clásico menos publicitado que merecen ser recibidos en un lugar que presume de contar con casi 300 mil vecinos.