Y aunque el celtismo es ese punto en común que nos une a todos y es nuestra razón de ser, el celtismo es único y particular en cada uno de sus componentes. Por eso pensamos que sería mejor ilustrar cómo se vivió el derbi con algunas historias individuales.
Berto Carballo: «Siempre es un estímulo importante vencer un derbi, pero este año ha sido algo especial. Significó la octava victoria del Celta en Riazor en toda nuestra historia tras, nada más y nada menos, nueve años sin vencer en el feudo herculino. Ha llegado en el momento ideal, en el cual el Celta necesitaba dar un golpe encima de la mesa para poder dar por cerrada de manera definitiva la mala racha que cegó a los de Berizzo desde el mes de Noviembre.
Una victoria sembrada desde la grada, donde el apoyo del Celtismo se hizo notar. Los celestes hicieron vibrar Riazor, en un derbi donde -salvo pequeños incidentes- parece que ha vuelto la cordura entre los aficionados. Una rivalidad que se debe plasmar únicamente en la grada, donde la afición del Celta ha dado una nueva lección. Un gran encuentro para los pupilos de Eduardo Berizzo, que significó la tercera victoria esta temporada ante los deportivistas y que, cómo no podía ser de otra forma, se cerró al son de la Muiñeira».
Christian García: «El viaje a Riazor fue para mí especial, ya que era la primera vez que organizamos desplazamiento de la peña al campo del eterno rival. Si bien hace unos meses no teníamos muy claro si organizar o no por los problemas que normalmente ocurren en los viajes a A Coruña, decidimos en las últimas semanas que sí era el momento de organizar viaje pensado que tras lo ocurrido en los últimos meses haría que todo estuviese más tranquilo.
Salimos de Balaídos muy contentos y animando ya desde antes de arrancar el autobús. La policía avisó de que quien tuviera alcohol arriba no entraba en Riazor y partimos.
Ya llegando al punto de control antes de A Coruña nos enteramos de que el autobús del Celta fue apedreado y, al comentar la noticia, la gente del autobús dejó de animar y empezó a leer en las redes sociales qué pasó. Por unos minutos la tensión inundó el autobús, hasta que la policía mandó a todos a bajar.
En el control del autobús y de las personas que viajaron con nosotros todo fue correcto. Arrancamos ya felices por llegar a A Coruña y comenzando nuevamente a animar. La entrada en la ciudad fue lenta pero por suerte segura. La gente comenzó a subir la intensidad de los cánticos hasta que por fin bajamos al lado de la puerta 20.
El acceso al estadio fue muy lento. Non entendemos que el Coruña nos cambiara las entradas que llevábamos desde Vigo por otras, ya que nosotros estábamos identificados con un número de entrada que finalmente no pudimos utilizar. El espacio quedó muy reducido, parecía como si hubiera más gente en la zona de la que realmente cabía. Animamos desde antes del pitido inicial, sin parar, con las gargantas rojas y el corazón en un puño.
Llegamos al descanso sin goles, con la sensación de que el Celta estaba haciendo mucho más y mucho mejor que nuestro eterno rival. Había esa sensación en el cuerpo de que en cualquier momento celebraríamos un gol del mejor equipo del mundo.
Tras arrancar la segunda parte llegó el primer gol. La grada visitante se convirtió en más fiesta aún de la que ya era y el resto del estadio se apagó aún más sus tímidos cánticos. Con el segundo gol llegó el delirio. No creíamos que esta vez la superioridad en el campo se aliase con la suerte en un resultado aún corto para el partido que vimos.
Ya terminado el encuentro, cuando parte de los aficionados coruñeses ya habían abandonado el estadio, la fiesta fue completa con la alegría de los jugadores célticos. Que no sólo saludaron en ese momento, sino casi media hora después de terminar el partido, después de que toda la grada visitante pidiera que salieran a saludar. Los jugadores gozaban desde el campo y los aficionados gozábamos desde la grada. Fue un éxtasis total.
La salida de Riazor fue también algo tensa por los posibles altercados que pudiesen ocurrir, pero finalmente todo fue mucho más tranquilo de lo esperado y volvimos a casa, llegando a las 2:30 sin ningún incidente, completamente agotados, pero más que nunca orgullosos de los nuestros».
Malena Besteiro: «La vivencia del derbi fue una experiencia inolvidable, sobre todo viajar con mi peña. Cómo se vive el celtismo durante un derbi es muy difícil expresarlo con palabras.
Todo comenzó semanas antes del partido, cuando decidimos desde nuestra Junta, a petición de los peñistas, organizar la visita a Riazor. Gracias al trabajo y esfuerzo de mis compañeros hemos conseguido un sueño: volver asistir a un gran espectáculo.
Una vez subimos al autobús fue impresionante la animación durante todo el viaje. Cántico va, cántico viene del Celta. Así hasta la ciudad herculina. Personalmente, es una pena que no se pueda viajar de otra forma. Tanto si el derbi es en Coruña como en Vigo la rivalidad en el campo y siempre de una forma sana debería ser la tónica, se echa en falta esto. La policía nos ha escoltado hasta el campo contrario. Siempre sucede algún incidente, esta vez destrozos en el autobús del Celta.
Una vez en Riazor ha sido, es y será siempre un partido inolvidable. Ver, disfrutar, reír, soñar que ganábamos y conseguirlo, finalmente. Es mi segunda visita a la ciudad con el faro romano mejor conservado para presenciar un encuentro inolvidable. Todos y cada uno de los jugadores del Celta se merecen un 10 aunque para mí el mejor del partido ha sido Sergio y sus manos; manos de ‘meiga o trasno’, despeje tras despeje consiguió que en casa el deportivo no marcara un tanto. Orellana quizás no estuvo muy acertado con su actitud al ser sustituido. Hemos cantado la Rianxeira, el himno del Celta, pases de balones vitoreados con olé; ¿Quién se lo hubiera creído cuando salimos de Vigo?
Finalmente lo más emotivo del partido ha sido la celebración de los jugadores, cuerpo técnico…, celestes saliendo otra vez al campo al finalizar el partido.
Así da gusto. ¿Cuándo volverá a haber otro derbi?»
Tomás Rodríguez: «Explicar qué se vive, antes, durante y después de un derbi es algo realmente muy difícil de explicar. Hay que ser celtista para poder entender ese sentimiento indescriptible. Se suele decir que cada derbi es especial, por diferente.
Para mí, lo que convertía este derbi en algo especial, tras vivir unos cuantos tanto en A Coruña como en Vigo radicaba en el hecho de que se trataba de la primera vez que viajaba con mi Peña hasta el campo del gran rival celeste y podría disfrutarlo con los míos.
Conforme se acercaban la hora de partir de Vigo, tenía un nudo en la garganta. Temor, pero también alegría.
Tras partir, subidón y emoción a partes iguales: ver cómo medio Vigo despedía a la expedición, en Balaídos, por las calles de la ciudad, desde los coches. Realmente te sientes grande, con mayúsculas.
Y en el autobús, todos entrando en tono, una pequeña prolongación del Templo que es Balaídos… ¡¡¡Real Club Celta, lo, lo, lo!!! Y ‘Rianxeiras’ incluidas… Los inconvenientes del viaje eran menos inconvenientes…
Ya en Riazor y viendo el espectáculo que nos ofrecía nuestro celtiña, la felicidad era indescriptible. ¡Y los goles! ¡Parecía que esas mil y pico gargantas tumbaríamos Riazor! Personalmente estaba en una nube.
Final, salida de los jugadores y la apoteosis. Pronto, nos volvemos a Vigo, pero si por nosotros fuera haríamos fiesta rachada toda la noche. ¡Felicidad suprema! ¡Que dure la fiesta! ¡Y Hala Celta!»
Estas fueron algunas de nuestras historias, pocas. Mas en Riazor hubo mil y pico historias diferentes, pero todas con un nexo en común. Todas construyen el celtismo que vivió con pasión O Noso Derbi.
PEÑA CELTISTA PREFERENCIA CELESTE