Los vigueses son gentes diligentes, de carnes prietas y de nalgas tersas. Muchas personas lo achacan a la orografía urbana, llena de cuestas que conllevan un esfuerzo físico para subirlas, lo que se traduce en un auténtico calvario para las personas discapacitadas, para las personas de avanzada edad, y también para los visitantes, que se pierden gran parte de los atractivos de nuestra ciudad. En este sentido, el Concello de Vigo ha afrontado el reto de romper estas barreras dotando a la ciudad de escaleras mecánicas y de ascensores que faciliten el acceso de una manera más cómoda. En la Puerta del Sol, por ejemplo, ya son un hecho las escaleras mecánicas que suben por la calle II República hacia la calle Placer, aunque todavía queda por afrontar la segunda parte del trayecto, y en la calle Menéndez Pelayo, por su parte, avanzan a buen ritmo las obras del ascensor que conectará esta calle con la avenida de las Camelias. Todas estas actuaciones recuerdan un magnífico proyecto urbanístico desarrollado hace años por el urbanista Esteban Concejo, y que tenía por finalidad facilitar el acceso a las áreas altas de la ciudad y establecer rutas peatonales que compitieran y coexistieran con el tráfico rodado. Esperemos que exista continuidad en esta iniciativa, aunque también debemos admitir que como contrapartida tendrá unos efectos muy curiosos, provocando que seamos la ciudad de las nalgas flácidas. A no ser que imitemos al joven de la fotografía, utilizando un auténtico transporte ecológico que sirve, además, para quemar las grasas y mantener el tipo.