Y por fin, el 24 de abril de 1990 se cumplió un sueño. Tras varios años de trabajar duro y sortear complicaciones, el Hubble llegaba a su destino, a 552 km de altura orbitando nuestro planeta.
Inicialmente la alegría duró muy poco, pues con la llegada de la primera fotografía se descubrió un fallo en su espejo principal que le impedía conseguir la calidad y nitidez esperadas. El problema no pudo resolverse hasta finales de 1993, año en el que se realizó la primera misión tripulada de reparación y mantenimiento.
La gran cantidad de información e imágenes que nos ha enviado desde entonces cambió nuestra forma de ver y entender el universo, respondiendo a algunas preguntas, formulando otras y, también, mostrándonos su belleza e inmensidad.
Gracias a que este telescopio fue diseñado para ser actualizado, cada una de las 5 misiones de servicio que visitaron el Hubble lo hizo más potente, adaptándolo a los avances tecnológicos.
Personalmente, de entre todas las imágenes que conozco, la que acompaña a este artículo es una de mis favoritas: el campo profundo del Hubble.
Fue tomada en diciembre de 1995. Los astrónomos decidieron enfocar el telescopio durante diez días hacia una pequeña zona oscura del cielo en la que, aparentemente, no había nada especial. El resultado fue desbordante: más de 3000 galaxias aparecieron en una pequeña zona en la que no se veía nada. 3000 galaxias formadas, a su vez, por miles de millones de estrellas. Impresionante, ¿verdad?
Pues eso no fue todo. Entre septiembre de 2003 y enero del 2004, y con nuevas y mejores ópticas, volvieron a enfocar a esa misma zona apareciendo unas 10.000 galaxias más. A esta nueva imagen se la conoce como Campo ultra profundo del Hubble.
¿Y cuántos años más le quedan al telescopio? Pues no se sabe. Se ha decidido no enviar ninguna misión de mantenimiento más, por lo que ya veremos cuánto aguanta. En cualquier caso, el desarrollo de su sustituto, el telescopio James Webb, ya ha comenzado y su lanzamiento está previsto para el 2018.