Quién no recuerda, por ejemplo, aquella zapatería que tenía las pisadas marcadas en su entrada, en la calle Elduayen; o la zapatería Cruces, en la calle del Príncipe; o la zapatería Layton, en la calle del Príncipe, con su jirafa y su elefante, que hacían las delicias de los más pequeños; y otros numerosos establecimientos dedicados al calzado que ya han dejado de existir en una ciudad que por su orografía facilita el desgaste de las suelas.