La cruda realidad se traduce en cinco millones cuatrocientas mil personas que están en el paro y, en el mejor de los casos, las únicas ofertas de empleo que les ofrecen son de baja calidad, con sueldos vergonzosos y con condiciones esclavistas. Además, numerosos hogares tienen a todos sus miembros en el paro, en muchos casos viviendo con total precariedad y sin apenas ingresos de ningún tipo.
A estas personas que ven pasar la vida con impotencia y desesperación —sentimientos que las encuestas no contemplan y que los políticos son incapaces de sentir en la misma medida—, las palabras de los gobernantes, a los que siempre se les ve muy bien alimentados y muy bien trajeados, y cobrando un buen dinero que aportamos toda la ciudadanía, no les consuelan, porque esas personas que viven en el límite de la dignidad prefieren un empleo en condiciones justas y humanas y no la caridad.
Pero los políticos viven en otro planeta, en otra realidad. Así es, que el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha aparecido ante las cámaras en mangas de camisa y con corbata, sentado frente a una mesa de trabajo repleta de papeles, seguramente con la intención de vendernos una imagen de trabajador comprometido, repitiendo su complacencia y esa palabra que tanto le gusta: ambajes. Es la primera vez que vemos al Presidente de esta manera, pero su imagen no conforta a nadie y mucho menos a los parados, que son quienes sufren con mayor intensidad las consecuencias de los recortes.
Y los sindicatos, por su parte, tampoco han sabido defender los intereses de los trabajadores. Convocarán manifestaciones para el 1 de Mayo, pero cada sindicato por su parte, en una ridícula competición intentando demostrar la fuerza con la que cuentan. Sin embargo, la realidad que se percibe a pie de calle es que han entrado en el sistema por la puerta del sálvese quien pueda, y basta estar atentos a las noticias cotidianas para observar que el comportamiento de algunos de sus dirigentes está al mismo nivel que el de algunos políticos que ensucian los titulares de los medios de comunicación. Y quienes no han conseguido llegar tan arriba se esfuerzan, exclusivamente, en salvar su puesto de trabajo, caiga quien caiga. Ese es, por lo tanto, el 1 de Mayo que nos espera a todos los españoles, con unos políticos que no saben resolver la situación del paro y de la corrupción, y con unos sindicatos que han perdido el norte. En fin, que España, en vez de un país, parece la cueva de Alí Babá.