No es la primera vez que ocurren estas cosas, y resulta doloroso aceptar que son la consecuencia de la permisividad existente. En otras ciudades no se observan estos deterioros, quizá porque exista mayor conciencia ciudadana y quizá mayor cultura entre sus gentes. Pero también es cierto que en otras poblaciones no ocurre lo mismo porque sus normas municipales definen estas faltas perfectamente, sin ambages, y se persigue a sus autores y se les castiga de modo ejemplar. Quizá sea el momento de tomar una decisión en este sentido e intentar así preservar lo que con la razón no se consigue. Es una pena esa falta de civismo y no poder conseguir un lógico comportamiento de respeto sin necesidad de usar la fuerza de la ley.