Donde hoy se levanta el hotel Bahía estaba el Mercado da Laxe, pero más comúnmente la gente le decía La Plaza. Allí acudíamos los Domingos por la mañana a tomar las ostras al puesto de Cambeiro, próximo al despacho de Panificadora que regentaba mi abuela paterna. La Plaza da Laxe era un lugar de gran animación y concurrencia. Entre sus vendedoras recuerdo a aquellas cangueiras que descendían del barco con sus cestas hortelanas y de las que me llamaban mucho la atención las gallinas y conejos vivos que pugnaban por escapar de su cautiverio, tal vez barruntándose la cercanía de su último destino. Destino fatal que compartió la mismísima Plaza cuando fue demolida y sustituida por lo que a mí me pareció una enorme caja de mixtos alicatada, el Hotel Bahía. Vigo continuaba su carrera suicida.