El dibujo del gato ya se ha convertido en uno de tantos grafitis que adornan nuestra ciudad. Sin embargo, alguien ha profanado la pintura y necesita una restauración para que vuelva a su estado original. Es evidente que quien no respeta esas creaciones artísticas demuestra muy poca sensibilidad y una total carencia de civismo, asignaturas pendientes de una sociedad que pretende afrontar el futuro con optimismo. De nada sirve el esfuerzo institucional y ciudadano por tener una ciudad humana, agradable y bella, si nosotros, quienes vivimos en ella, no aprendemos a respetarla. Valga como homenaje a ese gato negro al que ahora nos referimos y cuya restauración reivindicamos, una colección de animales urbanos que comparten con nosotros el día a día de nuestras vidas y que va desde un lagarto que pasea por la avenida de las Camelias, hasta un palomar urbano en la cornisa de un céntrico edificio, pasando por las incómodas gaviotas y palomas, por las vistosas urracas, los perros y gatos que observan la calle desde las ventanas, algún caballo en las inmediaciones de la ciudad, o algún gato que hace equilibrios en la barandilla de un balcón.