Por la Nacional 120. Hasta que en 1996 se inauguro el túnel de O Folgoso, mal llamado de A Cañiza, y finalizada la A-52, no quedaba más remedio que trepar hasta el alto de Fontefría (puerto de 790 m.) por la Nacional 120 para poder salir de la provincia de Pontevedra. Durante muchos años los regatistas vigueses tenían que cubrir miles de kilómetros tortuosos para competir en regatas en el Mediterráneo, Francia, Italia, Holanda, Alemania.
Una ruta en la que se cruzaban con camiones que hacían la “ruta” hacia Madrid llevando pescado, vino; con los camiones cargados de gallinas o cerdos que se dirigían a los mataderos. Un ir y venir por una carretera que en los años sesenta y setenta era enrevesada hasta la saciedad.
Otros muchos también surcaban el asfalto de la N-120 pero no tan lejos, su ruta finalizaba en las laderas de la Denominación de Origen del vino del Ribeiro (fundada en 1932, y ratificada en febrero de 1976). Experiencia que he vivido en más de una ocasión, partir a primera hora de Vigo viajando en un camión Ebro de morro largo cargado de barriles para llenar de vino. Un viaje con sus anécdotas, como cambiar una rueda que se acaba de pinchar en plena nevada, poder ver los inmensos atributos del toro de Osborne de la valla que había en Fontefría, tomar el bocata de jamón en A Cañiza, almorzar unos bistecs en el fuego de la bodega donde se cargaba el vino, comer en Casa Alfonso en Ribadavia, etc.; o aquello de que “en Ribadavia se hacen gabardinas de palo”, en alusión a las fabricas de ataúdes de madera”. Retornando con vino que después se degustaba en tabernas del rural vigués.
Una “persistencia” de siglos. Se podría pensar que este vaivén entre las rías Baixas y el Ribeiro había nacido en el pasado siglo, y que se había reforzado con la implantación de la factoría Citroên en Vigo, la cual provocó una gran demanda de mano de obra para sector del automóvil. Pues la realidad es que esta persistencia está documentada desde el siglo XI, cuando el transporte marítimo demandaba vino del Ribeiro (gran producción, reyes y señoríos monásticos se peleaban por las mejores posesiones) y pescado para vender en otras regiones y países desde donde se traía sal y paños a los mercaderes de los puertos de Pontevedra, Redondela, Vigo, Baiona, etc. Un tráfico marítimo de mercaderías que después se transformaba en tráfico terrestre hacia el interior de Galicia, y meseta castellana.
Las costas gallegas eran temidas por los navegantes foráneos, los franceses evitaban navegarlas si no era necesario, en el libro de navegación náutica de la época “Le Petit Flambeau de la Mer” se insistía mucho en la dificultad del litoral; algo que los navegantes catalanes, portugueses o italianos no eran tan prudentes y muchos de ellos naufragaban estrepitosamente. Y curiosamente, por entonces ya había disputadas con las licencias de pesca en las rías, con fuertes sanciones a los intrusos.
Una persistencia que se refleja entre el Real Club Náutico de Vigo, fundado en 1902, y la regata “Rías», que organiza desde 1964, en la que compiten veleros llamados “Viña Mein”, “Castrosua”, “Aceites Abril”, “Cormorán”, “A Laxe”, “La Burla Negra”, “Arroás”, “Balea”, “Arosa”, “Ay Carmela”, “Nortada”… todos ellos con arraigos gallegos. Y que ahora la centenaria entidad deportiva refuerza con una alianza quinquenal con la D.O. Ribeiro.