Inicialmente, el cráneo de cristal fue propiedad de un anticuario francés llamado Eugene Boban y años más tarde pasó a Tiffany & Co. en una subasta, hasta que en el año 1897 fue adquirido por el Museo Británico, que lo exhibe desde 1898. La pieza resulta enigmática y a simple vista sorprende por su manufactura, pues está realizado en una sola pieza de cuarzo. Algunas personas defienden su origen ubicándolo en la América precolombina, pero algunos estudios discrepan de esa datación y la reducen a la Europa del siglo XIX, defendiendo la tesis de que fue realizada con instrumentos modernos.
Pero esta calavera de cristal no es la única que existe. La más misteriosa es la conocida como «Cáneo Mitchell-Hedges», cuyo descubrimiento, según afirmaban sus protagonistas, fue realizado en 1924 por Anna Le Guillon Mitchell-Hedges, hija adoptiva del aventurero británico F.A. Mitchell-Hedges. La propia Anna lo encontró bajo un altar en lo que actualmente es Belice. La calavera está realizada en una única pieza de cuarzo, aunque con la mandíbula independiente, tiene el tamaño aproximado de un cráneo humano, y algunas personas estiman su antiguedad en 12.000 años, otras con una antiguedad superior a 3.600 años, y estudios más recientes le adjudican una edad entre 150 y 300 años. F. A. Mitchell-Hegdes cuenta en su biografía que el cráneo era utilizado por el Sumo Sacerdote maya para determinados rituales en los que la muerte era la protagonista, por lo que también es conocido como «Cráneo del destino», y se le achacan propiedades mágicas.
Y también existen otras calaveras de cristal en diferentes lugares del mundo. Existe otra similar a la exhibida en el Museo Británico, aunque de mayor tamaño, que fue remitida de modo anónimo al Instituto Smithsonian indicando que era un instrumento azteca. Es conocida como «Cráneo Smithsoniano», pero los estudios oficiales también lo reducen a una falsificación. Y otra calavera de cristal que es conocida como «Cráneo de París» y que presenta una perforación vertical en el centro de la parte superior. Una vez más, los estudios oficiales realizados sobre esta pieza de París, en los que se han utilizado las más modernas técnicas de análisis, conducen a una datación relacionada con los siglos XVIII o XIX.
Sea como fuere, las calaveras de cristal no dejan de ser una fuente de conjeturas, puesto que su realización en una única pieza de cuarzo y con tal nivel de detalle, hacen pensar en tecnologías sofisticadas incluso para la época a la que hacen referencia los análisis más modernos. De ser cierta la tesis de su origen precolombino, surgirían numerosas e incómodas preguntas para la ciencia oficial.
Y mientras continúa el misterio de las calaveras de cristal, sirven de fuente de inspiración incluso para Steven Spielberg en la película «Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal». Y si el visitante del Museo Británico lo desea, puede acercarse al sector G24 del museo para visitar el curioso cráneo que, sin duda, no lo dejará indiferente.