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El caso es que la era digital y el fluir constante de información es una realidad y está al alcance de cualquiera a golpe de click.
Qué cómodo ¿verdad? Estar en casa, tranquilamente y que nos llegue la información, enterarnos de todo estemos en la playa, en la peluquería, en China o en Perú. Es uno de los milagros del siglo XXI y tiene tantas ventajas como incovenientes.
Que tú accedas a internet y te metas donde te apetezca es una cosa y que lo haga un menor de edad es otra diferente. Y no porque los menores de edad sean gamberros por naturaleza o la vayan a liar, sino porque son inocentes, vulnerables y ni advierten el peligro, ni tienen capacidad de reacción, por lo tanto si cometen alguna imprudencia, en lugar de contárnoslo probablemente lo oculten, sumergidos al final en un callejón sin salida.
Si cualquiera de nosotros podemos acabar inmersos en un problema informático grave, atacados por un virus o por un delicuente oculto tras una falsa identidad, nuestros hijos también.
Y ojo con la indiferencia porque si eso le pasa a un menor le puede afectar en su desarrollo personal, puede generarle miedo, angustia y ansiedad y complicarle la vida a él y a su familia.
Los peligros de internet son inescrutables, como los caminos del Señor, y lo digo con cierta ironía pero con conocimiento de causa. Da igual que el niño sea prudente, responsable, estudioso y obediente, que si no conoce los peligros de internet, si nadie le protege, puede elegir un camino inapropiado y como dije antes, truncar su desarrollo para siempre.
Sin ánimo de alarmar, animo a los adultos a invertir algo de tiempo en conocer cómo se relacionan nuestros menores, nuestros adolescentes, cómo se comunican entre ellos y cómo consumen internet. Y animo también a practicar “la vida en familia sin móvil” porque es una actividad sana y que nos beneficia seguro.
Entre las recomendaciones sugeridas está la de informar al menor sobre la importancia de su privacidad, su intimidad y la de sus familiares y amigos. En las fotos y en las conversaciones no debe haber información sobre dónde vive, a qué colegio va, por dónde sale o qué patrimonio posee su familia. Y lo digo porque hace poco tiempo me contaron una curiosa anécdota que tiene como protagonista a una abuela, su nieta y un collar de piedras preciosas de un valor incalculable. ¿Se lo imaginan? La nieta alardea del collar de su abuela en facebook con todo lujo de detalles y los ladrones se ponen las botas al día siguiente.
Insisto, ojo, porque nadie tuvo mala intención en esa anécdota, pero acabó mal. No solo son vulnerables los niños más inquietos, más gamberros o más irresponsables, no nos confundamos.
Por eso es importante conocer bien cómo garantizar la seguridad en las redes sociales, cómo proteger mensajes y fotos, aprender a poner cepos en la red y contárselo a nuestros hijos para que lo hagan, independientemente del perfil que tengan. Habrá algunos que utilicen mucho las redes sociales y habrá otros que no, sin embargo es muy positivo que conozcan los riesgos y peligros que existen.
Es importante también limitar las horas de consumo, hablar sobre internet con ellos y no darles “vía libre” hasta la mayoría de edad pues no sabes donde se pueden meter, aunque sea sin querer.
Un dato, un extremo, el de una niña que se suicidó porque la acosaban en internet, tremendo, terrible pero ¿evitable?
Aprende, enseña y no permitas que tu desconocimiento se convierta en su perdición.