El presidente de la Xunta de Galicia, Núñez Feijóo, cargado de defectos, pero con la curiosa virtud de la taima gallega, se ha apresurado en afinar las cuerdas de su equipo, tocado por los aires del desencanto y totalmente desafinado, ahora que ya soplan los vientos electorales.
Una de las cuerdas más complicadas de afinar resultaba la relativa a la Consellería de Sanidade, en donde la conselleira saliente sólo acumulaba críticas a sus despropósitos. Era necesario darle un nuevo compás a una Consellería que en el sur de Galicia, por lo menos, no generaba precisamente simpatías ni siquiera entre los votantes más fieles al partido. El elegido para sustituir a la ya defenestrada Rocío Mosquera es Jesús Vázquez Almuiña, licenciado en medicina y hasta ahora alcalde de Baiona, pero que anteriormente ya ocupó cargos de responsabilidad. Almuiña siempre ha generado un entorno de amabilidad y competencia en sus anteriores funciones y constituye un cambio positivo, aunque tardío, heredando un panorama sanitario envenenado con numerosos problemas.
Otra de las cuerdas es la correspondiente a la hasta ahora Consellería de Medio Rural y Mar, que tiene montado el lío de la leche. Dicha Consellería queda dividida en dos, de tal modo que Rosa Quintana cederá —forzosamente— la mitad de su cartera a Ángeles Fernández Mejuto, que se encargará de Medio Rural, una división que en sí misma no resolverá los problemas existentes aunque la leche cambie de cara.
Finalmente, y por si todos estos cambios aún fueran pocos, Juan Manuel Rey pasará a responsabilizarse de la Consellería de Política Social.
Esas son las últimas noticias, las últimas afinaciones para un concierto que ya estaba sonando muy desafinado y que se estaba quedando sin público, el último intento para salvar una actuación que estaba —y que está— resultando penosa. Y este momento lleno de afinaciones y compases de espera es muy oportuno para recordar lo que ya saben todos los músicos profesionales, que en los malos conciertos el público termina comiéndose al cantante.