Ni que decir tiene que, para todo lo demás, tenemos las largas colas del Hospital Álvaro Cunqueiro donde, con modernos alicatados pero menores recursos, tienen que atender a los usuarios del resto de hospitales y centros de especialidades del área de Vigo que han pasado a mejor vida (D.E.P.). En las grandes superficies comerciales, con muchas cajas relucientes, pero solo dos cajeras pasa lo mismo; se nos descongelan las croquetas.
Los usuarios no somos ingenuos, y a pesar de toda la propaganda institucional, nunca habíamos contado con que el doctor Macizo y su voluptuoso equipo sanitario al completo nos estuvieran esperando a la entrada del hospital para atendernos al instante, mientras el botones nos aparca el coche. Todos habíamos hecho ya alguna que otra fila en el Xeral y el Meixoeiro, donde llenábamos de lecturas clásicas y navegación por redes sociales los tiempos muertos de espera. Pero la diferencia es que ahora, aún a sabiendas de que a todos nos llega la muerte cierta, a algunos podría recogernos directamente en el nuevo hospital, con el número para la consulta en la mano y la mirada perdida.
Las imágenes de los usuarios y usuarias esperando para ser atendidos recuerdan más al primer episodio de la sexta temporada de Walking Dead –por la cantidad de caminantes y su deambular sin rumbo- que a la sala de espera de un hospital público, por mucho que el Servizo Galego de Saúde se excuse en los inevitables problemas de infraestructura, reorganización administrativa y ajustes que un cambio de esta magnitud supone. El centro ya arrancaba en el mes de junio pasado y tiempo ha habido para la planificación desde el inicio de las obras en septiembre de 2011.
Pero que nadie piense que Sanidade es insensible al sufrimiento. Para paliar esta situación insostenible y aliviar la angustia de los pacientes, se ha instalado esta semana un revolucionario sistema de dispensadores de números. De este modo, podremos al menos despreocuparnos de quien da la vez. Tampoco correremos el riesgo de esperar en una cola que no es la correcta, puesto que podremos coger número en los cacharros que queramos. Siempre es un consuelo poder esperar bien organizados. En la gestión de colas hay una idea de negocio para los “gorrillas” que organizaban el aparcamiento del Xeral-Cíes, yo lo dejo en el aire…
Por si estas medidas no fueran suficientes, el Complexo Hospitalario Universitario de Vigo está barajando nuevas fórmulas que esperemos no consistan en emitir por las pantallas de información, además de mensajes idílicos mensajes sobre las virtudes del nuevo hospital, partidos del Celta en diferido. Confiemos más en que la emoción de la despedida como alcalde de Baiona del nuevo conselleiro de Sanidade se traslade al ejercicio de su cargo y derive en soluciones urgentes y razonables para la sanidad pública en Vigo. Que no pierdan mucho tiempo con comisiones especiales, consejos de gobierno ni tormentas de ideas. Que pregunten directamente a los empleados públicos, profesionales del sistema de salud, porque lo que es el Plan Funcional prometido desde la política no funciona, y el sistema multihospital que mejoraría la Atención Primaria y la Atención Especializada, que aspiraba a convertir el área de Vigo en referencia de cirugía innovadora, de momento brilla por su ausencia. Sin soluciones reales, mal se tapa el gato con la cola.