Lo cité por primera vez en uno de mis artículos de 2012: «Carlos Oroza, desgranaba un genial poema durante la primera Huelga General de la democracia en tiempos de Felipe González, mientras discurría la manifestación en Vigo …»ríos de descontento descienden desde el norte hacia el sur…» es una pena que como tantos poemas de Oroza no se conserven en papel, sino en la memoria de los que los hemos vivido, lo mismo le pasa a los pueblos, cuando no guardan sus recuerdos negro sobre blanco en el papel de sus neuronas».
En las navidades de ese mismo año, me lo encontré casualmente mientras paseaba por Vigo, charlamos un rato y nos despedimos, sin saber que sería la última vez, aquel momento lo inmortalizó mi viejo camarada y amigo Jorge Pérez en la foto que acompaña este artículo.
Volví a dedicarle un artículo después, con motivo del homenaje que se le rindió en Mondaríz (ver enlace) y más tarde, cuando le concedieron la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. (ver enlace)
Carlos Oroza, no sólo fue para mí un buen amigo, fue un maestro, un maestro de la poesía que yo no escribo, de la poesía que no comparto, de la actitud política en la que no milito y de la práctica que no practico.
Él lo sabía y no por eso había enfrentamientos entre ambos, lejos de ellos, durante el tiempo que compartimos juntos siempre se dejo llevar hasta el puente que cruza a la otra orilla, tal vez seducido por la vanagloria de saberse anterior a sus coetáneos, adversarios o disidentes, tal vez por la complacencia de sentirse admirado.
Creo haber dicho de él casi todo lo que se puede o se sabe de su persona, pero también sé de su costumbre de pedir que le guardaran algunas letras perdidas en un papel ajado y que no le gusta almacenar como a los cadáveres en los cementerios, por lo tanto que nadie se extrañe que a partir de ahora salgan los fantasmas de los nichos de sus amistades más recónditas, con la firma indeleble e inconfundible del orador de poemas.
Porque Oroza era realmente eso, un recitador de poemas…dicho en romántico lenguaje un Bardo.
Un bardo al que gustaba la parafernalia de Hollywood, los montajes escénicos y los sonidos en cuadrafónico, porque la palabra para él requería de un escenario, a poder ser de película.
Y en ese escenario una sola protagonista: la palabra, la palabra estentórea, la palabra desnuda, la palabra cargada como un arma de fuego.
Siempre dispuesto a recordar a su amado Poe, el del cuervo, el que lo Eva… entre évame y poe, poe, poe…que realmente es Whitman tal como deja de herencia en su Évame de editorial Elvira.
No es el orden ni es el tiempo el que nos da el placer
Ni el aval
Ni el poder sintáctico
Ni el verbo sin crédito
No es el orden ni es el tiempo el que nos da el placer
Su pureza
La blancura o el negro que proyecta en el mar las vocales sin contenido lírico
Un valor sin destino de infinitos pies de universos que convergen en una vuelta fluvial
La parodia es la nube
De su haber es el brazo extendido una mano dirigida al infierno
Un ave en vías de extinción.
Carlos Oroza no gustaba de escribir negro sobre blanco… pero las palabras se las lleva el viento con la eternidad de los sonidos favorecidos por el eco que rebota en cada estrella del universo.
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