En el escrito titulado «Rapsoda», Domingo Villar define a Oroza como «un poeta inmenso en un cuerpo menudo» y recuerda que «le gustaba fumar, observar los pájaros y caminar con las manos a la espalda. Era libertario y hedonista».
Cuenta el escritor vigués, que el pasado mes de septiembre asistió en Vigo al preestreno de la película «A praia dos afogados», basada en su reconocida novela, que conoció al poeta en la taberna del Eligio hace casi treinta años. «Yo bebía mi primer vino junto a mi tío Cesáreo y él acababa de instalarse en Vigo. Protestaba en voz alta con el dedo extendido, no recuerdo el porqué. Oroza siempre tuvo los ojos vivos y mal vino», señala.
«Era un rapsoda convencido de que los versos se deshilachan cuando no son recitados y podía declamar, de memoria, toda su obra. Y la de Whitman o Rimbaud», apunta Villar antes de explicar que se sentía discriminado por no escribir en gallego.
«Era presumido, cáustico y altanero. Mantuvo hasta el final una cruzada contra parte del establishment de la cultura gallega: creía ser objetivo de rechazo por el hecho de escribir en castellano y devolvía la afrenta envolviendo en un desdén acre cualquier referencia a la literatura gallega actual», añade.
Domingo Villar también recuerda que «plantó cara al franquismo (se libró del fusilamiento por un recital poético)» y que no olvidaba a los que «se colgaban una medalla de forma inmerecida».
«Hoy, desde Madrid, me avegüenza leer las alabanzas que le dedican algunos de los que le negaron cualquier mérito en vida. En Vigo echaré de menos su perfil patricio romano sentado al sol. Se me mueren los viejos. Me cago en la mar», concluye Villar.
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