El hasta ahora vigente Plan nacía con ambiciosas pretensiones, pero con numerosas alegaciones, una por cada dos viviendas nuevas programadas (60.000 por 120.000, respectivamente). Superadas todas las reclamaciones, la aprobación vio la luz en 2008 con la dispensa incluso de la obligatoria -a juicio del TS- evaluación ambiental estratégica. Esta exención fue acordada, ni más ni menos, que por la Administración Autonómica (entonces del bipartito), que debe garantizar en última instancia la normativa urbanística municipal.
El «fallo», nunca mejor dicho, es irrecurrible y la sentencia se ceba refiriéndose a un planeamiento «radicalmente nulo». ¡Como si siendo nulo, pero no radical, pudiera ser subsanable! La exigencia de responsabilidades por parte de la oposición no se ha hecho esperar y siguiendo esta línea radical y tras haberlo meditado mucho, ha pedido la dimisión de Caballero. A la yugular.
Mientras gobierno local y oposición se aprietan el cuello recíprocamente, el alcalde se ha puesto el chaleco y las deportivas de «Marty Mcfly» para regresar al futuro conjugando la vigencia del Plan de 1993 sin contradecir el ahora anulado, para que la incertidumbre y la inseguridad jurídica no se desmadren. Caballero sabe que en Vigo siempre se resuelven los problemas. Y el tiempo todo lo cura. Todo locura.