La denominación del concepto efecto mariposa tiene su origen en un proverbio chino que dice algo así como «el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo». El tsunami ha llegado a Balaídos tras el aleteo en el Calderón. Nada más conocerse la gravedad de la lesión de Tiago, que estará unos cuatro meses de baja, comenzó a ponerse en marcha la maquinaria atlética. Había que encontrar un recambio bueno, bonito y barato. Y, desgraciadamente, Augusto cumple con las tres características. Bueno, por sus indudables cualidades técnicas; bonito, porque se adapta a la perfección al fútbol de Simeone, con el que coincidió en River Plate; y barato, porque la singularidad de su contrato, con el copropietario Vélez Sarsfield siempre dispuesto a subastarlo al mejor postor, provoca que su cláusula de 15 millones de euros sea solo papel mojado, un chiste sin gracia.
Si nada lo remedia y parece que nada lo va a remediar, Augusto se va ir al Atlético a cambio de entre 6 y 7 millones de euros -y aún están por ver las partijas que se harán con Vélez-, una cifra que quizás no esté muy lejos del precio de mercado de un futbolista que va a entrar en la treintena. Pero para el Celta Augusto vale mucho más, su valor incluso es incalculable. Es el alma, el corazón, el pulmón, el cerebro, la prolongación en el campo de Berizzo. En resumen, es el capitán, un capitán de los de verdad, de los que cada vez se ven menos en el fútbol. Como dijo Berizzo hace unos días, es un jugador a la vieja usanza: «Es un futbolista muy profesional. O mejor dicho, muy amateur dentro de lo profesional. Es de entrega absoluta».
A Augusto no hay nada que reprocharle. El Atlético le ofrece la oportunidad de jugar la Liga de Campeones e incluso de pelear por el título de Liga. Casi con toda seguridad, tendrá minutos en el Calderón y se encontrará con un entrenador que lo conoce, lo aprecia y que sabrá sacar todo su rendimiento. A Augusto le sienta muy bien el celeste, pero también va a lucir con comodidad el rojo y el blanco.
Pero volvamos al magullado corazón del celtismo. Esta pérdida se va a llorar -y ya se está llorando- más que la de cualquier otro futbolista en los últimos tiempos. La marcha de Santi Mina se vivió con desdén y con un ligero enfado -ese hijo poco arraigado que quiere ver mundo-; la de Krohn-Dehli, con resignación -hubo muchos meses para hacerse a la idea- y la de Iago Aspas, como algo inevitable y con la esperanza de que algún día regresaría, como así ha sido.
Augusto Fernández es de esos pocos jugadores que es de casa aún sin serlo, que habiendo nacido a miles de kilómetros de Vigo -concretamente en un lugar con un nombre tan pintoresco como Pergamino- se le considera un celtista más. Bueno, tal vez no. No uno más, sino uno de los más prominentes. Todos recuerdan cómo se partió el alma en su primera temporada, cómo se unió con entusiasmo a la cofradía del 4% y con qué emoción vivió esa permanencia heroica cuando el celtismo acudió a abrazarlo al finalizar aquel partido contra el Espanyol.
Balaídos también vio el crecimiento de este futbolista, a su llegada tildado de lento. Tras un par de meses de lógico desconcierto, se acabó adaptando al fútbol europeo a la perfección. Se ofreció a jugar en cualquier puesto, hasta llegar al de mediocentro, donde Berizzo lo situó hace poco menos de un año.
Ahora, es el propietario de las llaves y del brazalete. El segundo, se lo cederá a Cabral. ¿Pero quién asumirá la custodia del timón? Radoja parece su sustituto natural, pero el serbio cuenta con un perfil más defensivo, una personalidad todavía no tan acentuada y arrastra problemas físicos desde hace meses.
El Celta, como ya ha dejado claro Berizzo, acudirá al mercado para cubrir el hueco dejado por el capitán. Pero lo que se abrirá en enero será un mercado de segunda mano, de saldos, en el que escasean los ‘productos’ de primera calidad y en el que más de uno intenta dar gato por liebre.
La falta de efectivo no será el problema. De hecho, quizás lo sea disponer de dinero fresco. Cuanto la necesidad es grande y la billetera también, siempre aparece alguien dispuesto a timar a los incautos. Que se lo digan al Tottemham, que dilapidó en cuestión de horas los 100 millones de euros que el Real Madrid pagó por Bale. Pero tampoco vamos a comparar a Miguel Torrecilla con esos desenfrenados millonarios ingleses, siempre dispuestos a tirar la casa por la ventana sin ni siquiera asegurarse de que la mercancía adquirida cuenta con sello de garantía. El director deportivo celeste seguro que ya tiene en su agenda más de un número interesante. Pero de lo que estamos hablando es de sustituir a Augusto. Sobre el campo, quizás se pueda intentar con algún fichaje sorprendente de esos a los que nos ha habituado Torrecilla. Pero en el corazón del celtismo será imposible. La fractura ya no tiene remedio.