Una primera lectura de la situación conduce a varias conclusiones. El Partido Popular, que engloba las todas las tendencias políticas desde el centro derecha hasta la derecha más radical, sigue sumando los votos suficientes para continuar siendo la fuerza política más votada. El PSOE, por su parte, sigue siendo una fuerza política representativa de una gran parte de la población, y la alternativa tradicional al Partido Popular. Ambos, el Partido Popular y el PSOE, constituyen el tradicional bipartidismo español que hoy ha finalizado su etapa. Y en medio de estas reñidas elecciones han aparecido con enorme energía Podemos y Ciudadanos, decisivos para la posibilidad de un gobierno de coalición que quizá no sea posible por las divergencias ideológicas y la combinación de votos y escaños. En realidad, los votantes ven a Ciudadanos como una rama paralela al Partido Popular, y Podemos todavía no ha alcanzado el nivel de votos para vivir políticamente de un modo realmente independiente. Se deduce, por lo tanto, que la derecha es la más votada porque aglutina todos los matices y su electorado es capaz de perdonarle los abusos y las atrocidades más disparatadas, recordemos, como ejemplos, la contabilidad paralela y los escándalos derivados de irregularidades que salpicaron a destacados dirigentes. Por contrapartida, la izquierda —-donde a tenor de la verdad también se han producido escándalos, aunque menos numerosos—- es incapaz de presentar una unión ante el electorado, lo cual conlleva una enorme dispersión de voto.
En definitiva, España se encuentra políticamente atomizada, quizá como consecuencia de un sistema de reparto de escaños que necesita una urgente revisión. No se comprende, por ejemplo, que en Galicia haya conseguido un escaño el partido Ciudadanos mientras que la formación Nós no haya conseguido tener ninguna representación, aunque ya sabemos que la Galicia rural, sobre todo, es pasto del caciquismo y del clientelismo conservador, y que en las grandes ciudades gallegas todavía queda una gran parte de la población trabajadora cuyo voto, de modo incomprensible —-pero que debe ser democraticamente respetado—- vota conservador. Sea como fuere, y a la espera de los definitivos recuentos de votos, es muy probable que tengan que repetirse las elecciones. Por lo pronto, puede decirse que España es, más que nunca, la España de todos los españoles, donde caben las ideologías políticas variadas, y en la que, más que nunca, se hacen necesarias aquellas palabras intemporales de Antonio Machado: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.