En España, las tradicionales uvas, con las que más de uno nos hemos atragantado, marcan el final y comienzo del periodo que viene, acompañándolo en muchos casos de ropa interior color roja, algo que hemos importado recientemente (mi abuela no tenía esta costumbre) y que se ha extendido entre gran parte de la población.
Los italianos comen lentejas para atraer la fortuna, mientras que, los daneses, esos seres tan civilizados que viven al norte de Europa, saltan desde lo alto de una silla y dejan la vajilla quebrada de todo el año en la puerta de sus amigos y familiares. Creen que, tener un montón de platos rotos en la puerta de casa el primer día del año significará atraer muchos amigos.
Una de las tradiciones más divertidas es la que se vive en Escocia, donde para que el año nuevo sea especialmente exitoso se debe conseguir que un familiar, amigo o vecino de pelo castaño y guapo, si es posible, atraviese el umbral de la puerta a las doce en punto llevando pan de pasas y carbón bajo el brazo. Mujeres, rubios y pelirrojos no sirven, dan mal fario.
Nuestros vecinos portugueses queman “tocones de Navidad”. Cuanto más grande sea el tronco y más tiempo dure su combustión, el año será más provechoso.
A los griegos les basta con esconder una moneda dentro de un pan de albahaca. El pan se reparte entre todos, y si te toca la moneda, la suerte estará asegurada.
Austríacos y alemanes tienen unas de las tradiciones más curiosas de Europa, que consiste en fundir una pequeña figurita de plomo en una cuchara calentada con una vela. El líquido resultante se vierte en un recipiente con agua y, la forma que tome, definirá el futuro para el próximo año.
Los húngaros queman unas esculturas que representan demonios y malos espíritus, deshaciéndose así de la mala fortuna, mientras que los holandeses se atiborran de buñuelos dulces, tradición de las antiguas tribus germanas.
El día de Nochevieja para los niños rusos es el momento de recibir regalos. Existe una versión rusa de Papá Noel apodado El Abuelo de Hielo, que se encarga de repartir regalos entre los más pequeños.
Y los estadounidenses buscan desesperadamente alguien a quien besar apasionadamente esa noche, pues, de lo contrario, su año será baldío en cuestiones amorosas.
En muchos países de Latinoamérica recibir el año con una maleta, vale pasear, subirse al sofá o rodear la casa cargado con el equipaje, garantiza disfrutar de viajes todo el año.
Los mexicanos limpian la casa de dentro para afuera, mientras los uruguayos tiran por la ventana almanaques y calendarios del año que se va. Los puertorriqueños arrojan agua a la puerta de las casas para limpiar las malas sombras, y los panameños cuelgan detrás de sus puertas ramos pequeños de arroz para atraer la abundancia.
Los brasileños que viven en las zonas costeras se van a la playa vestidos de blanco a saltar olas y lanzar flores, mientras los chilenos cascan un huevo en un vaso de agua el día 31, y al día siguiente interpretan la forma que ha tomado. Mientras, sus vecinos ecuatorianos queman un monigote que representa el año que termina.
En Filipinas la tradición es meter monedas en un bolsillo, y cuando el reloj marque las doce en punto, hacerlas sonar para atraer la fortuna económica.
Los japoneses cenan “toshikoshi-soba”, albergando la esperanza de que la suerte sea tan extensa como el tamaño de estos largos fideos, y en Corea, pasan insomnes toda la noche, pues dice la leyenda que, si te quedas dormido la última noche del año, al día siguiente amanecerás con las cejas blancas, mal asunto.
Por último, los australianos reciben el año a base de ruído. Silbidos, bocinazos, campanas, tambores, todo sirve para dar la bienvenida a un nuevo año.