El técnico del Celta no tuvo suficiente con tirar la Copa el año pasado. Este año ha querido dar un paso más y tirar la Liga. Toda una competición de 38 jornadas que se va por el retrete en Vallecas. Así dicho, parece una barbaridad. Y lo es.
A cuatro días para el que probablemente sea el partido más importante que juega el Celta desde aquel de la milagrosa permanencia ante el Espanyol, se desató una extraña polémica. Berizzo ya avisó tras el encuentro de ida que la prioridad en los siguientes días iba a ser la Copa. Lo que no dijo, porque obviamente no podía decirlo, fue que el encuentro ante el Rayo era un trámite engorroso, que ojalá Madrid se convirtiese en Nueva York y que los calores de este enero atípico diesen una tregua para que cayese una nevada de escándalo sobre la capital y se tuviese que aplazar el enfrentamiento. Pero tampoco hacía falta decirlo.
Solo es necesario echar un vistazo a la prensa del sábado para cerciorarse de que el mensaje del técnico había sido captado. Jugador arriba jugador abajo, los periódicos prácticamente acertaron la alineación. Se preveía que la revolución sería total, como acabó siendo.
Por tanto, aunque se enfrentase al penúltimo, pocos se podían atrever a apostar por una victoria del Celta en Vallecas. Eso sí, tampoco se esperaba que el equipo ofreciese una imagen tan lamentable en la primera mitad, sobre todo los aficionados que recorrieron 600 kilómetros para ver cómo sus futbolistas completaban una actuación impropia de Primera División. Ellos, por cierto, sí que tienen el derecho a sentirse decepcionados y no estaría mal que el Celta se plantease devolverles el dinero de las entradas.
En Vallecas, jugadores que sí habían rendido a buen nivel últimamente, estuvieron desaparecidos. La defensa hizo aguas, pero en este aspecto no podemos echarle toda la culpa al once. Porque el canterano David Goldar estuvo acompañado por tres futbolistas experimentados: Hugo Mallo, Sergi Gómez y Planas. Los dos primeros, titulares indiscutibles y el último, habitual en muchos partidos de esta temporada.
Lo que es innegable es que al Celta le faltó tensión en Madrid. Tras el esfuerzo del miércoles pasado, la plantilla se relajó en exceso, incluso los futbolistas que no jugaron ni un minuto ante el Atlético. Estas reacciones son naturales, los jugadores no son máquinas, sienten y padecen, acusan el esfuerzo físico y también el esfuerzo mental y emocional.
Este partido tampoco es comparable con el de Copa ante el Athletic del año pasado, a pesar de que algunos intenten encontrar paralelismos. La situación era completamente distinta. Berizzo no reservó jugadores buscando un objetivo ilusionante, sino intentando que la mala racha liguera no fuese a más. Además, en aquella ocasión Berizzo cometió algún pecado del que se arrepintió más tarde, como situar a jugadores fuera de sitio. En Vallecas, esto no ocurrió, cada miembro de la plantilla jugó en la demarcación que le corresponde.
La temporada pasada, Berizzo le dio prioridad a la Liga por encima de la Copa. Actuó obligado por las circunstancias y puede que se excediese. La Liga, se puede aparcar en la acera; a la Copa, si la dejas sin atención durante cinco minutos, se la lleva la grúa. El Athletic llegó el año pasado a la final y muchos, haciendo un ejercicio de fútbol ficción, lamentaron que fuese el equipo vasco y no el Celta el que sufriese a Messi en el Camp Nou. Pero, repetimos, la situación en Liga por aquel entonces empezaba ya a ser preocupante -y llegó a serlo más- y Berizzo, un técnico debutante en Primera, no podía permitirse atender a dos frentes. ¿Berizzo tiró la Copa? Tal vez, quizá fuese un alivio para él no tener que afrontar dos partidos a la semana.
Pero volvamos al presente. Esta temporada el Celta ha crecido y Berizzo, también. Además, la Copa ha venido de cara con dos cómodas eliminatorias para empezar. Sin demasiado esfuerzo, el Celta se coló en los cuartos de final y después de un sublime partido de ida el equipo se ha permitido soñar. La situación en Liga es mucho más desahogada que en el mes de enero pasado, los celestes se pueden permitir dejar escapar tres puntos.
El partido de Vallecas, además, reveló la clara distancia que existe entre los titulares y los suplentes. Y el Celta, si quiere tener alguna opción de pasar a semifinales, no puede escatimar ni uno solo de sus recursos. Berizzo ha optado por mantener frescos a sus mejores jugadores, se lo ha jugado todo a una carta. Salga bien o salga mal, la apuesta es lógica y necesaria. Simeone, por su parte, obligado como está a mantener su pulso por la Liga con el Barcelona sin descuidar la Copa, está exprimiendo a sus hombres al máximo en este mes de enero. Una de las pocas ventajas de ser pobre en el fútbol español es que las exigencias son menores y Berizzo ha sabido sacar partido de ello.
Muchos de ustedes seguro que estuvieron en La Cartuja en 2001 o en el Calderón en 1994. Saben lo que significa jugar una final. Los nervios previos, la emoción del partido. Lo que no conocen es la euforia del triunfo. ¿No vale la pena volver a intentarlo? No vamos a vender la piel del oso antes de cazarlo, tras el Calderón aún quedarían batallas por librar, pero tampoco vamos a dejar que el oso se pasee alegremente mientras nosotros agotamos las balas yendo de caza menor a Vallecas.