En esta batalla mediática, en estas discusiones bizantinas, los secundarios caen a la categoría de figurantes sin frase. Los que no visten de blanco o de blaugrana son puro ‘atrezzo’ -«atrezzo que come», como, al parecer, se refiere a estos principiantes mal pagados un conocido actor español-, conos a los que Cristiano Ronaldo y Leo Messi deben driblar en su camino hacia el gol.
Pero a veces a estos figurantes les llega su momento. El actor protagonista ha ido a trabajar ese día con más resaca de la habitual y no está en condiciones de subirse al escenario. El director está desesperado y finalmente opta por que un actor sin apenas experiencia defienda el papel principal. La obra acaba siendo un éxito. Este joven secundario se sabe el guión incluso mejor que la primera estrella de la compañía, lo declama con soltura y maestría y el patio de butacas se rinde a sus pies.
Esto fue lo que le pasó al Celta en el partido de la primera vuelta ante el Barcelona. Pero no se confundan, no siempre uno se puede transmutar en Alec Guinness, la vida no es tan maravillosa. De hecho, suele ser injusta. A pesar de sus méritos, el figurante con demasiada frecuencia acaba siendo humillado por la prepotente estrella, que hasta incluso se regodea, como pasó este domingo en el Camp Nou. Pero esto no es nada, lo peor llega después.
Tras perder 6-1 y sufrir que tu rival se adorne innecesariamente, lo que uno menos necesita es acabar siendo utilizado como arma arrojadiza en una guerra que ni le va ni le viene. Berizzo y sus jugadores actuaron de forma impecable, no quisieron alimentar polémicas absurdas, evitaron hacer de una anécdota una afrenta. Pero la maquinaria ya estaba en marcha.
¿No sienten una sensación extraña, incluso terrorífica, al ver cómo Tomás Roncero defiende como un poseso el honor del Celta? Si se horrorizan, no se sientan culpables. Porque Roncero no estaba hablando de los otros, estaba hablando de sí mismo. Para él, y para otros adalides del polemismo futbolero, el Celta solo es un misil listo para ser utilizado en la cruenta guerra Real Madrid-Barcelona. Esta vez ha sido porque Messi se cachondeó de los pobrecitos que vestían de celeste. Pero cualquier otro día esos pobrecitos pueden ser de nuevo munición apetitosa, aunque convertidos en pequeños demonios. A saber: no se han empleado con la suficiente dureza contra el Barcelona o jugaban demasiado motivados ante el Real Madrid. Cualquier excusa es buena.
Para estos señores el fútbol español es en un inmenso tablero de ajedrez en el que se enfrentan el Real Madrid y el Barcelona. El resto, son simples peones que deben estar listos para ser sacrificados, daños colaterales.
El Celta y el celtismo tienen entidad suficiente para ser protagonistas de su propia obra. No necesitan indignaciones ajenas y malintencionadas. Como tampoco les hacen falta apoyos de alquiler. Son mayores de edad y no precisan de tutores cínicos que cuando hablan, solo hablan de sí mismos.