Esa anécdota es la que se me pasa ahora por la cabeza al pensar en Paco Araújo. Será insustituible. Puede que alguien le releve en el cargo, y ojalá se encuentre a alguien de su nivel, pero veo muy difícil que se le pueda reemplazar.
Paco era uno de los históricos del deporte vigués y su legado es enorme. Hacía verdaderos milagros con el equipo, al que le prestaba una dedicación plena. Incluso aunque últimamente se dejara ver menos su espíritu siempre estaba presente.
Sus consejos, de hecho, se reflejaron en la gestión del resto de clubes de la ciudad. Para mí, fue también un guía. Tenía una mente clara que le hacía capaz de mostrarnos el camino. De decirnos lo que se podía y lo que no se podía hacer. Él inició la senda que todos tuvimos que seguir para ajustar nuestras cuentas y tirar del deporte base.
Sería injusto, de todos modos, despedir a Paco y hacerlo refiriéndonos a él como un hombre de deporte. Hay que valorarle como un hombre bueno. Como un amigo al que no te haces a la idea de perder. Había quedado en pasarme por la gestoría este mismo martes para ver si podía estar con él. Y ahora nos llega esta noticia que no nos terminamos de creer.
Fuimos muchos los que pasamos por aquella oficina cuando se nos atragantaba alguna gestión, algún trámite burocrático que no sabíamos resolver, y él nos dedicaba todo el tiempo del mundo. Siempre te ayudaba a cambio de nada. Eso es lo que caracterizaba a Paco: su altruismo y su bonhomía. Ser una buena persona. Y, más allá del deporte, es por eso por lo que hay que recordarle.
Gullermo Touza
Presidente del Club Vigo de voleibol.