Los tudenses consideran la cita una de las más importantes de la temporada. Se preparan para ella. Pero las malas condiciones del río Miño les obligaron muchas veces a cambiar de planes. Llegaron al Guadalquivir con una formación de 29 deportistas y dos entrenadores. Viajaron en varias furgonetas durante 900 kilómetros. Allí les recibió el sol. Una agradable y esperada sorpresa.
Comenzó un trabajo calculado al milímetro. El Kayak Tudense instala dos carpas en una zona estratégica del campo de regatas. Es el primero en llegar allí y tiene sus ventajas. Está cerca de la zona de pesaje de los barcos, poco alejada del pantalán de embarque y se controlan perfectamente todas las salidas de las regatas. También los primeros metros de la competición, que suelen ser los más importantes.
Los palistas disponen de un lugar para descansar. Un banco se coloca dentro de las carpas. Hay una pequeña lucha por disponer de este elemento. Pero el que llega primero tiene ya preferencia. Los barcos, salvo aquellos que van a salir al agua de forma inmediata, están dentro de las lonas y convenientemente protegidos. Algunos pasan por el enorme camión que posee Nelo, una de las principales fábricas de piraguas del mundo, para corregir algún detalle.
Esteban Alonso y Manuel Pedrares, los entrenadores, cuidan todos los detalles. Todos los días están en el campo de regatas a las ocho y media de la mañana. Se marchan a las ocho de la tarde. Prestan atención a los cadetes, juveniles y sénior. También a los veteranos, como Enrique Míguez, habitual en la cita sevillana.
No se apartan de sus deportistas. Saben que un buen comportamiento es fundamental. Todos se ayudan entre ellos. “Los sénior tiran de los más jóvenes. Y los más jóvenes aprenden de los sénior”, dicen los entrenadores. Lo demuestran en gestos, como ayudar a llevar las embarcaciones al pantalán.
Carla Pérez Coya, mejor deportista de Vigo y su comarca en 2015, ayuda a un compañero a llevar su embarcación.
La solidaridad entre todos se manifiesta de forma constante, en detalles que no deben pasar desapercibidos. Los jóvenes aprenden rápido y saben la filosofía del club. Cadetes y juveniles, alguno de ellos nerviosos antes de la competición, se ayudan entre ellos. Ya saben que esa es una norma no escrita pero de obligado cumplimiento.
Cadetes y juveniles se ayudan en la preparación de la regata.
Los entrenadores diseñan la táctica que se utilizará durante las regatas de 5.000 metros. Explican con buen tono lo que se debe hacer. Donde están los peligros, los elementos a tener en cuenta y como superar a los rivales. Después, les acompañan en dos bicicletas a través de un paseo paralelo al río. Desde allí dan instrucciones durante la prueba. Teniendo en cuenta la distancias de las regatas, cada uno puede llegar a recorrer más de 30 kilómetros al día en bicicleta. “No es el Tour de Francia, pero también cansa”, reconocen.
Equipo sénior femenino del Kayak Tudense.
Cuando empieza la regata se termina un proceso. “En el momento de la salida ya está realizado todo el trabajo. Después queda saber el resultado”, afirma Manuel Pedrares. Y el resultado fue positivo. El Kayak Tudense acudió a Sevilla con dudas. Su racha de victorias se podría romper. Pero la filosofía de equipo triunfó. Y el futuro también parece que va por buen camino. Por ejemplo, Brais Casás logró ser segundo en C-1 sub-23.
Brais Casás, con su medalla de plata en C-1 sub-23.
Orden, trabajo, sacrificio y buen comportamiento. Son las claves del Kayak Tudense, que ganó en Sevilla tras un gran esfuerzo colectivo, planificado y diseñado al milímetro. Cuando terminó la competición, alguno de sus componentes pasó por el bar, un lugar prohibido para ellos durante el campeonato. “Venimos a competir”, dicen los entrenadores. Después, unas pizzas y otros 900 kilómetros por carretera hasta Tui. En el equipaje, una nueva copa.