Non son las únicas motivaciones. En una esquina, como algunos vaqueros decadentes de «La muerte tenía un precio», cuatro pistoleros de la carretera se prepara para su particular duelo. En juego hay una ‘papatoria’, aunque por encima de ella está el honor y el ahorrarte unos meses de vacile si pierdes el particular pique por capítulos recogido en un contrato escrito en una servilleta.
El cuarteto de corredores puede ser uno de los peores de la historia del atletismo. Quedarán hacia el tercio final del pelotón y su ritmo estará por encima de los cinco minutos el kilómetro. Claro que eso es algo secundario y que solo importa al chip. En este caso, el tiempo será bueno si se gana al compañero de al lado, ya sea por un segundo o por tres minutos.
Me olvidaba, los protagonistas del particular ‘running western’ son el cojo, el vago, el veterano y el novato. Recuerdan «El bueno, el feo y el malo», pues aquí hay una añadido del atrevido principiante. Del resto, escojan cada papel porque todos son similares.
La carrera la comienza por delante el novato bajo la mirada del resto. El vago intenta emular los tiempos en los que entrenaba y busca mantener el ritmo, mientras que el cojo sigue un paso constante para no cargar su pierna maltrecha. Una lesión demasiado larga le hizo perder la forma. Por detrás, entre las competidoras de cincuenta, se mantiene el veterano para recoger los cadáveres atléticos que deje la carrera. Se podía decir que el particular viejo ejerce de entrerrador, siempre un necesario secundario tras alguno de los tiroteros en el ‘Salvaje Oeste’.
Y el argumento incluye cambios de posición, bastantes sudores, miradas asesinas, sufrimiento y un novato pagando la inexperencia por salir rápido y también demasiado tapado. Mallas largas negras y camiseta negra de manga larga bajo el sol primaveral. Un particular punto oscuro en la multitud de colores que constituye una carrera popular. Mientras, el cojo, añade una ampolla a su lesión muscular.
El desenlace marca que el cojo lo estaba, pero no tanto como para no correr. Gana la particular batalla por delante el veterano enterrador y el obligado vago, en peor forma de lo esperado. Y es que en 10.000 metros la experiencia es una valor de importancia y el novato aparece como el ‘más lento que el caballo del malo’. No obstante, no se es principiante toda la vida y esto podría ser una película, pero es un telefilme de capítulos y, en el siguiente, los papeles pueden intercambiarse, o no.