Es el municipio de Oia, pero en el camino hasta una de las mayores joyas rupestres se interpone un intrincado y destrozado sendero que en invierno se convierte en un río de piedras. Los montes del municipio pontevedrés esconden, en el sentido literal, grabados de un valor incalculable, pero existe uno en concreto que ha merecido la atención especial de los expertos por su novedosa configuración. Los profesores Fernando Javier Costas Goberna y Antonio de la Peña Santos son los autores del libro “Los barcos de los petroglifos de Oia”, una obra fruto de seis años de investigación que ha sido editada por la Autoridad Portuaria de Vigo con la colaboración del Instituto de Estudios Vigueses.
Costas Goberna nos guía para mostrar el estado actual de los restos. Partiendo de Santa María de Oia, muy cerca del famoso monasterio, y subiendo una pista de asfalto, el experto abre paso por un empinado camino cerrado por las zarzas. Ni una sola señal o indicación hacia el grabado, ni del Ayuntamiento ni de la Xunta, el abandono es total.
Más de 3.000 años
Ambos estudiosos realizan un exhaustivo repaso a los restos arqueológicos que se encuentran al pie del Océano Atlántico y se han centrado en uno de ellos con especial interés por acoger la única representación en Galicia de un barco mediterráneo. “Podemos afirmar, basándonos en las velas, el mástil y los cabos que los tres barcos representados en los petroglifos de Oia siguen el modelo de las embarcaciones mediterráneas de hace más de 3.000 años”, señala Goberna.
Se trata de una gran losa de granito con un total de 17 figuras, la gran mayoría de animales, a orillas del riachuelo Vilar. Las riadas causan enormes destrozos en la losa, pero los daños continúan produciéndose a diario y Costas Goberna muestra múltiples señales de ello. “Mirad aquí, no hay líquenes, la piedra está siendo golpeada de forma continua por rocas que caen traídas por el agua”, alerta.
A su alrededor, la maleza se apodera de todo y es casi imposible divisar más allá de unos metros. “Soy consciente de que no podemos conservar todos los petroglifos que hay en Galicia, pero existen ejemplos muy singulares, como este que tenemos aquí, que deberíamos proteger”, añade. Francisco Costas Goberna relata la “sorpresa” de numerosos expertos extranjeros cuando llegan a este lugar y observan su mal estado de conservación. “Alucinan”, dice.
Volado con pólvora
El petroglifo de Auga dos Cebros no es un hallazgo nuevo, todo lo contrario, fue descubierto hace casi 100 años, pero su historia es más digna de una película de Indiana Jones y así lo relatan en su libro los dos investigadores. La primera noticia que existe del petroglifo de Auga dos Cebros procede del periódico “La Voz del Tecla”, editado en A Guarda, donde se publicaba un relato cuando menos curioso.
La noticia no tiene desperdicio y relata lo siguiente. “Pedornes. Un tesoro. Bien informados podemos dar a la publicidad el siguiente sucedido: Corre de mano en mano de la gente crédula un libro llamado “El San Cipriano” en cuyas páginas puede el lector hallar indicaciones concretas de lugares donde se encuentran los tesoros que cualquier mortal puede meter en el bolsillo y darse al día siguiente pisto de gran señor. Pues bien un individuo de Oya, que a pié juntillas creyó el embuste del calumniado S. Cipriano, en la página dónde se afirmaba que de la parte de allá del río Vilar, y dentro de una roca, marcada con un barco y dos ancletas se encontraba un valiosísimo tesoro capaz de hacer dichoso a cualquier miserable, llamó en su ayuda a otros más crédulos que él y provistos de barrenas, pólvora y otros utensilios de barrenar piedra y hacerla volar hecha pedazos, se fueron con la esperanza en el alma hacia la codiciada y misteriosa roca. Trabajaron con afán en barrenarla, llenaron de pólvora el agujero, pusiéronle mecha, prendieron fuego, retirándose los esperanzados a prudente distancia, ¡fuego! gritó un ciprianista… y cuando el humo se desvaneció y los ojos de los concurrentes se clavaron en el fondo del peñasco desecho, triste se encontraron con la realidad de que habían pagado su pecado de mentecatos, pues el tesoro había volado y sus esperanzas quedaron burladas”.
El profesor Costas Goberna recuerda el relato con tristeza por los graves daños causados, pero no puede dejar de tomárselo a broma. “Ya no hay solución a lo que hicieron, pero se puede acondicionar la zona para salvar lo que queda y lo primero que habría que hacer es un pequeño desvío del riachuelo para evitar más daños”, señala.
El autor, la gran incógnita
En 2006, con las grandes riadas que afectaron al Val Miñor, quedó al descubierto la tercera representación de una embarcación que se conoce en un petroglifo de la Edad Bronce y que hacen únicos a los grabados de la ladera de Santa María de Oia. “Lo que nos queda pendiente es conocer la sociedad autora de los petroglifos, para que estos dejen de tener el carácter artístico que se les da ahora para adquirir la verdadera dimensión que tuvieron en su momento”.
Más complicado es encontrar un perfil del los autores del petroglifo: “No sabemos si pertenecía a los nativos de la zona o si fue uno de los tripulantes de la nave, pero está claro que se salvó por un capricho”. Su motivación también es un misterio. “Puede ser un exvoto en agradecimiento por llegar a buen puerto ó puede ser un ruego para pedir el favor para un viaje”, señala Goberna antes de aclarar que con un instrumento metálico cualquiera de aquellas figuras podría completarse en unas tres horas. Sin embargo, sí se puede sacar como conclusión la existencia de “la vía marítima en los contactos comerciales entre la islas británicas y el Mediterráneo motivadas por el estaño, indispensable para la aleación del cobre”.
Publicado en elmundo.es en mayo de 2011