Este hombre de la fotografía acaba de adquirir un pequeño árbol en una floristería cercana, y se lo lleva para su casa como quien lleva la bolsa de la compra repleta de viandas. De este modo pretende compensar la visión y la compañía del cemento. Pero lo más curioso, y que el observador de la fotografía no consigue percibir, es que ese árbol ni siquiera es natural, simplemente es una imitación oriental de precio asequible.