Ese olivo, situado en el atrio de la iglesia de Bouzas, también centenaria y contra la que no hace muchos años batía el mar cuando se embravecía, sigue siendo un testigo de excepción de la evolución de la villa, sin embargo, suele pasar inadvertido porque muy pocas personas saben de su longevidad. La vinculación de Bouzas con el mar le ha propiciado un importante crecimiento: existen importantes astilleros, industrias vinculadas con el sector naval y la pesca, naves industriales con negocios de todo tipo, inmensos almacenes de la industria de la automoción, grandes muelles con incesante actividad portuaria, e incluso centros de investigación marina. Bouzas tuvo ayuntamiento propio hasta 1904, cuando se anexionó a la ciudad de Vigo, y siempre ha sido —-y sigue siendo—- una villa marinera llena de encanto. En la actualidad, muchos vigueses han fijado allí su residencia y se ha convertido en un lugar de cita para muchas personas de todas las edades que llenan de ambiente sus callejuelas y las terrazas de sus bares, muchos de ellos, precisamente, junto ese mar que la ha visto crecer, pero que cada vez está más alejado.