Nos hemos visto obligados a revolver en el fondo del armario para poner en primera fila las gabardinas, los paraguas, y las prendas de un invierno que parecía no llegar nunca. Y esas mismas lluvias nos han cogido tan de improviso que en las primeras ocasiones no acertamos prever el uso del paraguas. Pero los vendedores ambulantes siempre están ahí, en las principales calles y plazas, oportunos, dispuestos a solucionar un problema por unos pocos euros que, a su vez, les permitirá vivir con un mínimo de dignidad, con un pequeño negocio callejero que se hace visible con las primeras lluvias del invierno.