El encargado de la ambiciosa adaptación es un autor joven pero ya reconocido: José Pablo García. Su anterior trabajo supuso un fabuloso debut, “Las aventuras de Joselito, el pequeño ruiseñor”, que revisaba la vida del famoso niño prodigio realizando un ejercicio de estilo mediante guiños a distintos cómics, autores o escuelas gráficas (los tebeos clásicos de Bruguera, Tintin, superhéroes, el underground, etc).
La notoriedad alcanzada por aquel trabajo aumenta exponencialmente con esta reconstrucción de nuestra Guerra Civil y sus prolegómenos. “La Guerra Civil española” sintetiza el trabajo de Paul Preston en un manual denso que puede ser una lectura compleja y hasta dura. O no, pues en apenas medio año ya se han reimprimido hasta cinco ediciones, todo un éxito indiscutible.
El cómic, un manual exigente prolijo en datos, abandona las piruetas formales, aplica un dibujo funcional, vivaz y al tiempo retratístico. Es encomiable su empleo de diagramas y mapas puntuales, y el cuidado con el que José Pablo García diseña sus páginas, muy equilibradas. García es un autor que aún nos puede deparar grandes obras, una carrera aún incipiente pero ya sólida en la que esta revisión del manual de Preston va a quedar como, creo, un eslabón casi anecdótico, un encargo puro y duro (Penguin, a través de su sello “Debate”, propuso a García el reto de elaborar este libro). Un encargo que además demuestra el actual nivel de la novela gráfica española.
La novela gráfica, sí, que no dejan de ser cómics «de autor» enfocados hacia un lector adulto, ha calado lo suficiente en nuestro tejido cultural como para que un editor literario piense que es viable crear un cómic teórico sobre la Guerra Civil. Que este no peque de didactismo ramplón, que se apoye en una obra de referencia y que su potencial lector pueda ver esta oferta como algo interesante. El éxito comercial de “La Guerra Civil española” demuestra el camino avanzado por el cómic en España. Hace unos pocos años sería un suicidio comercial pretender una empresa semejante porque, sencillamente, no había una consideración general hacia la historieta como arte y como lectura de madurez. Hace quince años, simplemente publicar un cómic de fuerte poso teórico, denso y exigente habría sido asumir pérdidas y ventas escasas. Hoy lo aborda un sello del prestigio literario de Penguin, y agota ediciones en semanas.