El actor y humorista Carlos Blanco, un reconocido celtista, fue el encargado de presentar el acto. Tras su intervención y un vídeo en el que se ensalzaban las virtudes de la gestión de Mouriño al frente del Celta, el máximo accionista celeste pronunció un discurso ya conocido, pues es el mismo que lleva repitiendo desde que inició esta campaña ya hace unas semanas.
El acto contó con una elocuente y muy medida teatralidad. El presidente paseaba por el escenario mientras sus argumentos eran reafirmados por las imágenes que se proyectaban en la pantalla gigante que tenía tras él. Una imagen curiosa fue la de Mouriño plantado delante de unas declaraciones de Caballero en las que el alcalde afirmaba hace unos años que la situación del Celta era crítica. «Esto no es yo contra Caballero», aseguró poco después Mouriño, pero todos los que estaban allí pudieron adivinar quién era el ‘enemigo’.
El momento más emotivo de la noche llegó cuando Mouriño terminó su discurso. El auditorio prorrumpió en aplausos. Un primer valiente se decidió a ponerse en pie para jalear al presidente. Luego otro. Y otro. Y otro. Hasta que casi todo el público estaba en pie. «¡Oh capitán, mi capitán!», les faltó decir. De película.
Tras estas muestras de cariño, llegó el turno de que el público expusiese sus dudas al presidente, momento que se suponía que era la razón de ser del acto. El primero de los asistentes en agarrar el micrófono renunció a su derecho a preguntar. Se limitó a mostrar su apoyo total e incondicional al presidente. Más aplausos.
Tras él, llegaron las auténticas preguntas. Más de un aficionado quiso saber cuál era la razón por la que el Concello tumbaba todos los proyectos del Celta, uno tras otro y sin piedad. Mouriño esquivó las preguntas y echó mano del arraigo, el ‘leitmotiv’ de su campaña.
Las primeras filas del Mar de Vigo estaban copadas este jueves por trabajadores del club. Entre ellos, los jugadores de la primera plantilla. Pero se estaba haciendo tarde y los futbolistas tenían que ir a descansar, que este viernes hay entrenamiento. El primero en marcharse fue Guidetti, un verso libre. Poco después, Carlos Blanco dio permiso a los demás para que también se fueran. No parecían especialmente apenados por tener que abandonar el acto y no se quedaron para escuchar la pregunta de un joven aficionado que los señaló directamente a ellos.
Este niño preocupado no quería hablar ni de arraigo ni de proyectos urbanísticos ni de ventas a grupos inversores chinos ni de compras de estadios. «Balaídos no gana partidos, los partidos los ganan los jugadores. Por qué tenemos una defensa tan…». No quiso terminar la frase, aunque todo el mundo la entendió y las carcajadas aparecieron en el auditorio. Lo cierto es que este niño puso el toque de cordura. Por fin alguien se dignaba a hablar de fútbol. Mouriño y Carlos Blanco, con cierta condescendencia, evitaron esta pregunta, a pesar de que el joven insistió asegurando que debía ficharse un portero.
El turno de preguntas llegaba a su fin y el micrófono cayó en manos de un crítico (sí, eran minoría, pero también los había). Este aficionado, un tanto incrédulo, enunció sus preocupaciones. Su duda principal residía en por qué si el Celta necesitaba mayores ingresos, Mouriño tenía la intención de que el club desembolsase una exorbitante cantidad de dinero para hacerse con la propiedad de un estadio del que ahora mismo disfruta a coste cero, si no sería más lógico invertir una suma menor en la puesta en marcha de otros negocios que fueran rentables y que le permitiesen al Celta competir en igualdad de condiciones con el resto de clubes de Primera. La pregunta parecía razonable, e incluso interesante. La respuesta fue la misma: arraigo.
Este crítico inoportuno quiso rebatir los argumentos del presidente, pero este no estaba por la labor. Su intervención fue aplaudida por algunos de los presentes, que quisieron demostrarle a este valiente que no era el único crítico en la sala. «No queremos monólogos». Así zanjó Mouriño el asunto ante la aprobación de algunos de sus incondicionales seguidores.
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