En ella podemos ver a un hombre que seguramente no ha resistido la necesidad de orinar, y que probablemente no disponga de medios económicos o de monedas cambiadas para abrir la puerta del urinario. Sin recato, decide hacerlo contra la parte exterior, en un lateral. O será que no está decidido a pagar por un servicio necesario por el que se cobra en numerosas ciudades. En algunos países, la utilización de los servicios de los establecimientos hosteleros requiere de la consumición previa para que al cliente le faciliten la clave de acceso a la cerradura de los servicios. Quizá en poco tiempo también nosotros lleguemos al mismo nivel y tengamos que tomarnos un café, un refresco o un agua mineral para poder orinar. Y luego, al cabo de un rato, esas mismas bebidas contribuirán a que tengamos de nuevo la misma necesidad, un auténtico círculo vicioso que resulta muy rentable para algunos. En esas circunstancias, quizá también terminemos siendo unos meones furtivos como el de la fotografía.