El puente se ha convertido en un auténtico embudo provocando importantes retenciones de tráfico, con un efecto mucho más acusado en la época estival. Conviene recordar que el día de su inauguración constituyó el puente de tipo atirantado más grande del mundo. Y cuando se proyectó, como siempre se hace con cualquier obra de ingeniería civil, se tuvieron en cuenta unos márgenes de seguridad que en la actualidad se utilizan en parte para la ampliación. Los estudios han concluido que hay margen suficiente para la obra que se está llevando a cabo. Sin embargo, el ritmo de crecimiento del tráfico rodado parece mucho más acentuado que las previsiones de futuro del proyecto, y la solución, cuando esté preparada para su uso, quizá no sirva para muchos años. Cuando se planteó esta ampliación hubo alguna alternativa que resultó controvertida y que las necesidades futuras quizá obliguen a tomar en cuenta: un nuevo puente en otra zona de la ría. Parece una idea descabellada, pero, al fin y al cabo, la idea de un puente ya se comentaba en el primer cuarto del siglo XX, y el arquitecto Antonio Palacios ya lo tuvo en cuenta en sus planes urbanísticos. Años más tarde, a mediados de los años cuarenta del siglo XX, el viguista Gerardo Campos reavivó el interés por su construcción indicando la idoneidad de situarlo donde está actualmente, y también reivindicaba con la misma intensidad un tren cremallera hasta el monte de El Castro y un aeropuerto en condiciones. Habrá que darle tiempo al tiempo para comprobar las realidades futuras.