Ellas siguen llevando la peor parte, como siempre ha ocurrido hasta ahora. Las mujeres siguen siendo infravaloradas en muchos aspectos: en la actualidad, muchas mujeres cobran menos que los hombres por realizar las mismas tareas; se ven obligadas a asumir tareas domésticas que pueden ser perfectamente compartidas con el hombre; y, lo que todavía es peor, muchísimas mujeres constituyen el objetivo de ataques sexuales, se comercia con ellas, y soportan la descarga violenta —ya sea verbal o física— de todas las fobias y frustraciones masculinas. Por eso es preciso reconducir la situación y situar a la mujer en el lugar que realmente merece y le corresponde, persiguiendo todas estas acciones absolutamente execrables, y castigando, sin ningún tipo de cortapisas, todos esos abusos.