A los suflés les gusta el calorcito del horno, pero se desinflan al primer soplo de aire frío. Por eso, primera recomendación importante, si queréis impresionar a los comensales, deben estar sentados a la mesa cuando saquéis vuestros suflés del horno. De todos modos, aunque luego se desinflen y estén feuchos, saben exactamente igual de deliciosos. Por el resto, es una receta más sencilla de lo que pueda parecer, y acompañada de una buena ensalada resulta un plato muy completo.
Ingredientes para 3 personas:
375 g de bacalao desalado.
75 g de cebolla.
1 diente de ajo.
300 ml de leche.
45 g de aceite de oliva.
45 g de harina.
3 huevos {separadas las claras y las yemas}.
1 cucharada de mostaza de Dijon.
tomillo.
sal y pimienta negra.
mantequilla {o aceite} y harina para los moldes.
Preparación:
En primer lugar, cocemos el bacalao. Yo lo pongo 10 minutos en el microondas en un recipiente con tapa. También se puede cocer en agua, o en la leche que vamos a utilizar para hacer los suflés. Una vez que está cocido, lo limpiamos de pieles y espinas y lo desmigamos muy finito.
En una cazuela, calentamos el aceite. Mientras, picamos muy finita la cebolla y el ajo. Lo sofreímos en el aceite a fuego no muy fuerte, evitando en lo posible que se dore.
Añadimos la harina, la rehogamos un poco para que pierda el sabor a crudo y vamos añadiendo la leche, poco a poco, y sin dejar de remover, para que no se formen grumos. Salpimentamos.Dejamos que se forme una bechamel espesa y retiramos del fuego.
Añadimos el bacalao desmigado y tomillo a nuestro gusto. Dejamos templar un poco.
Mezclamos las tres yemas con la cucharada de mostaza de Dijon. Añadimos esta mezcla a la bechamel y removemos bien. Dejamos enfriar, debe estar a temperatura ambiente.
Precalentamos el horno a 200ºC.
Mientras se calienta el horno, montamos las tres claras a punto de nieve bien firme con unas arenitas de sal. Mezclamos las claras con la bechamel de bacalao con cuidado, poco a poco y con movimientos envolventes para que pierdan la menor cantidad de aire posible.
Vertemos la masa en los moldes untados de mantequilla o aceite y espolvoreados con harina. Debemos llenar los moldes casi hasta el borde, para que suban y queden más bonitos.
Introducimos en el horno a 200ºC, calor arriba y abajo, unos 20-25 minutos. Servimos enseguida, en cuanto los retiramos del horno, porque se bajan y pierden aire (eso sí, están igual de ricos, aunque no tan bonitos).