Pero en la Francia del siglo XIX sus sueños no llegaban a la altura de los de un regidor con un proyecto visionario de ciudad brillante y vertical. Lástima que los cuarenta mil eurazos en leds distribuidos en 360 grados no le hagan en absoluto justicia al séptimo arte. Sin soñar con el 4K, la verdad es que cualquier película se ve mejor y más comodamente en la vieja tele de tubo de toda la vida, en la cocina, pelando unas castañitas. Hasta el Nodo parece HD al lado de una pantallita que se sonroja a pesar de todos sus watios de potencia.
Está bien como excepcional valla promocional, lujosa pecera o nuevo símbolo de ciudad pujante y deslumbrante liderazago, pero como Cine Club no da la talla, por mucho que permita sembrar de sillas la confluencia de dos calles y cuatro esquinas. Tal vez para otra ocasión estaría bien pedir presupuesto para una pantalla plana de las de cine de verdad y buscar una ubicación idónea para proyecciones con asiduidad, como se ha hecho en Castrelos o en más de una plaza de Vigo. La idea no sería posiblemente noticia de telediario, pero sí parte de un programa cultural y de ocio que no le vendría mal a la ciudad.
Pero para esto habría que quemar el catálogo de productos raros y descatalogados que guardan bajo llave en lo alto de la torre de Praza do Rei, antes de que pidan otro reluciente cachivache que al alcalde le parezca chispeante.