Chilena y estadounidense, en agosto cumplirá 76 años, y le quedan pocas metas por alcanzar en su profesión. Autora de best-sellers, está considerada la escritora en lengua española más leída del mundo. Sus obras han sido traducidas a 35 idiomas y adaptadas a formatos diversos (largometrajes, obras de teatro, musicales, seriales radiofónicos e incluso un ballet). Ha cultivado todos los géneros literarios: novela de aventuras, romántica, policíaca, histórica, infantil, realismo mágico o denuncia social. Como todos los autores con verdadera influencia en su arte, ha recibido críticas duras, calificándola de «literatura popular» o «literatura para las masas», negando su calidad. Pero además ha realizado una inmensa labor social por todo el mundo, bien de manera personal (por medio de sus numerosas conferencias), bien con la Fundación Isabel Allende, que ayuda a mujeres y niñas para que desarrollen sus vidas en igualdad, independencia económica y justicia social.
¿Le quedaba algo por conseguir?
«Más allá del invierno» es una novela de escritora veterana, de viejo lobo de mar que ya ha recorrido todas las aguas y se dedica a disfrutar de su pasión, sin competencias y sin engaños. Es una historia honesta sobre personas, no sobre personajes, de la manera excepcionalmente verosímil en que sabe narrar una genio de las letras. Escribir bien es una mezcla de aptitudes y entrenamiento de fondo, y Allende es una medallista olímpica que disfruta con su disciplina, haciendo que todos podamos disfrutar de un trabajo brillante.
«A fines de diciembre de 2015 el invierno todavía se hacía esperar. Llegó la Navidad con su fastidio de campanillas y la gente seguía en manga corta y sandalias, unos celebrando ese despiste de las estaciones y otros temerosos del calentamiento global, mientras por las ventanas asomaban árboles artificiales salpicados de escarcha plateada, creando confusión en las ardillas y los pájaros. Tres semanas después del Año Nuevo, cuando ya nadie pensaba en el retraso del calendario, la naturaleza despertó de pronto sacudiéndose de la modorra otoñal y dejó caer la peor tormenta de nieve de la memoria colectiva».
Así comienza la historia de tres personajes marcados por un pasado conflictivo: Lucía Maraz, una chilena que vivió la represión militar y las decepciones amorosas; Richard Bowmaster, su casero, un estadounidense que cree que nadie podrá aceptar sus rarezas si apenas se acepta a sí mismo; y Evelyn Ortega, una guatemalteca sin papeles de residencia (personalmente odio el calificativo «ilegal»: las acciones pueden o no ser ilegales, pero las personas nunca lo son), que sufrió en sí misma y en su familia el horror de los cárteles de la droga, la persecución y la huida, sin que haya podido encontrarse a salvo en ningún momento. Tres personas comunes que representan el día a día actual en los Estados Unidos: la mezcla de orígenes, pasados y presentes; la coexistencia entre la amargura y la esperanza; los sueños infundados pero invencibles. Y a la vez representan este mundo extraño en que vivimos, esta «modernidad líquida» que decía Bauman, en la que nada es seguro, ni la vivienda, ni el amor ni la democracia. Siempre puede haber un golpe de Estado, una ruptura con todo lo que habíamos construido. Siempre puede haber un mañana inesperado.
Decía Albert Camus que «En medio del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible», y Allende utiliza esa frase, y la tormenta de nieve en Nueva York de 2016, como excusas para plantear una verdad universal: ningún pasado determina nuestro futuro, ninguna historia personal es insalvable. Esa modernidad líquida puede ser moldeada, aun a costa de muchísimos esfuerzos, y ésa es precisamente la gracia de este juego que llamamos vida. Ésa es precisamente la aventura. Embarcados en una rocambolesca historia llena de humor y peripecias, esos tres personajes buscarán en sí mismos, y en las posibilidades que les ha otorgado el destino, una forma de ser más felices. Y el desenlace no tiene nada que ver con cualquier cosa que puedas imaginarte.
Isabel Allende reconoce que siempre empieza a escribir sus novelas un 8 de enero, pero la mayoría de las veces no tiene decidida la historia completa, sino que deja que ésta se desarrolle por sí misma de forma espontánea. Muchas veces sus ideas surgen de vivencias. «La casa de los espíritus» nació de una carta que le escribiera a su abuelo de 99 años. «Paula» se la dedicó a su hija, quien en 1991 falleció por una larga enfermedad. Podemos imaginar que en «Más allá del invierno» también hay mucho de su autora, sobre todo en esos personajes fuertes que no se resignan a sus tragedias personales y viven con la cabeza bien alta, la sonrisa infatigable y una perpetua capacidad de asombro.
Por eso esta novela se disfruta como los pequeños placeres: los que ni el tiempo ni los horrores nos podrán quitar.