Es un sábado cualquiera y en la orilla de O Morrazo las luces titilan al ritmo de la noche del fin de semana. Es fácil imaginar a mujeres y a hombres que se desplazan caminando o mediante sus vehículos de un lado para otro buscando el encuentro y la diversión. Mientras tanto, un pequeño barco, que apenas se distingue en la oscuridad, se desplaza sobre las aguas de la Ría de Vigo aprovechando esa mar en calma que se comporta como un espejo donde se refleja la vida de ambas orillas.