Los papeles han quedado esparcidos por el suelo recordando otras épocas en las que las octavillas, impresas en aquellas máquinas multicopistas conocidas como “vietnamitas”, eran arrojadas a las puertas de las facultades, de las empresas y en los medios de transporte. Eran una propaganda política ilegal muy perseguida por el régimen de Franco. Las opiniones y consignas escritas se imprimían en la clandestinidad, en lugares discretos y apartados de las miradas curiosas y de los vigilantes del régimen. Era importante salvaguardar la instalación y sólo unos pocos sabían de su ubicación. Quienes las utilizaban se exponían a severas represalias y duros interrogatorios. De todo aquello han pasado muchos años, pero lo más curioso es que aquellas vivencias juveniles les sirvieron de salvoconducto político a algunos de sus protagonistas que hoy ocupan destacados puestos y que se ven obligados, en ocasiones, a ir en contra de la opinión de una mayoría social a la que ahora le toca el turno de protestar; son las vueltas que da la vida.