El celtismo ha vagado esta campaña entre las ganas por ilusionarse y la decepción continua. La clasificación invitaba a una cosa y la sensación sobre el campo a otra. Así, hasta que la bancada se ha topado de bruces con la realidad, con una temporada frustrante que pone fin a la progresión que venía experimentando el Celta año tras año.
Una vez más, el equipo ha sido la viva imagen de su entrenador, pero esta vez para mal: frío y sin carisma. A Unzué se le despedirá deseándole lo mejor por su caballerosidad pero cerrándole la puerta con candado. El problema es que la temporada que finaliza puede poner en bandeja la salida de piezas clave de la plantilla.
El núcleo duro de la defensa ha quedado muy señalada este curso y el primer nombre –y posiblemente no el último- que ha sonado para marcharse es el de Cabral, pretendido por el Levante. Según se informa desde Valencia, el jugador ya ha dado su visto bueno a la operación y sólo falta el acuerdo entre clubes.
En esa parte de atrás también sale malparado Jonny. Lastrado por jugar en la izquierda, ha cuajado una temporada con muchos errores, motivo por el cual es posible que no se le eche de menos. El Atlético lo quiere e incluso se da la operación por hecha.
También se cuenta ya con que el de este sábado sea el último partido como celeste de Daniel Wass, que tomará el mismo rumbo que Cabral pero para acabar recalando en el otro equipo del Turia. La única duda que alberga ahora mismo el celtismo es cuándo se podrá sacar por un jugador que acaba contrato en junio de 2019.
Estos tres son los casos más claros, pero hay otros muy factibles. El Southampton pretendía fichar a Pione Sisto si lograba la permanencia. Así ha sido. Y con un Balaídos desquiciado con el danés, cerca de suceder a Bongonda como blanco de la ira del público, no se antoja nada descabellada una venta.
Quien empieza a asomar la cabeza hacia fuera es Rubén Blanco. El portero, que no ha terminado de asentarse en la portería celeste, tiene mucha competencia y, según ha publicado el diario As, está buscando un destino en el que poder tener más minutos.
Así pues, el de este sábado será un encuentro que tendrá más importancia por los gestos que por lo que pase durante los 90 minutos. Los gestos de despedida, los brazos al aire hacia la grada, los saludos cómplices y quién sabe si alguna lágrima, que pueden dar una pista sobre lo que pasará.
El imprescindible Iago Aspas
Todos los casos mencionados no tienen punto de comparación con lo que puede ocurrir con el gran estandarte del celtismo. A Iago Aspas ha vuelto a tentarle la posibilidad de asumir grandes retos en otro club y a sus 31 años puede firmar el contrato de su carrera. Su salida sería el golpe de gracia a la ilusión que ha rodeado al equipo los últimos años.
En su decisión puede pesar el proyecto que se le presente, ya que el moañés tiene entre ceja y ceja el objetivo de volver a disputar una competición europea. Las mencionadas (y abundantes) bajas pueden pesar demasiado.
Si Aspas se va, sólo un verano con muchos y buenos fichajes resarciría a la afición. Un punto de presión más para la dirección deportiva que, además de acertar con el nuevo entrenador, deberá quitarse el mal sabor de boca de Boyé, Mazan y Emre Mor. La incorporación mediática del año salió rana y lo que vaya a suceder con él es una incógnita.
No todo es negativo
Al menos Felipe Miñambres tuvo dos grandes alegrías esta campaña: Maxi Gómez y Lobotka. A ambos los tentaron con cifras millonarios y ambos se quedaron. Su juventud puede sembrar las bases de un Celta futuro.
Además, Unzué dejará un pequeño legado llamado Brais Méndez. El de Mos ha irrumpido con fuerza en cuanto ha tenido la oportunidad y se ha asentado como uno más en el primer equipo. Otro ingrediente para mirar hacia adelante.