Así es, que algunos turistas no dudan en colocar la mesa en medio de las escaleras de una calle cualquiera, y comer como si no les importaran las miradas ajenas y el resto del mundo. Cierto que la gastronomía es una tentación demasiado grande como para renunciar a ella, y mucho mejor, todavía, si es al fresco de la sombra en un día de temperaturas casi veraniegas.