Estuvo ofreciendo sus servicios durante más de cien años, con productos de gran calidad y con mucha amabilidad y profesionalidad, y era frecuentado por marineros que amarraban sus barcas frente a su puerta, cuando la ciudad todavía no había comenzado a ganarle terreno al mar. Ahora permanece en el recuerdo de muchos ciudadanos y ya forma parte de la historia de la ciudad de Vigo.