Obras como «La Cosa del Pantano», «Miracleman», «Batman: La broma asesina», «Superman: Qué le pasó al Hombre del Mañana», «Watchmen», «V de Vendetta», «Supreme», «Promethea», «Tom Strong», «La liga de los caballeros extraordinarios», «Desde el infierno», «Un pequeño asesinato», «El amnios natal», «Serpientes y escaleras», «El espejo del amor», «Top 10», «Lost girls», «Cinema purgatorio», «La voz del fuego» o «Jerusalem» (aún no publicada en castellano) están entre los mejores libros y comics de los siglos XX y XXI. Hoy hablaremos de una novela corta que explica perfectamente por qué Moore recibe tantos cumplidos: «El lagarto hipotético».
«La mitad de su rostro era de porcelana
Som-Som contemplaba el patio de la Casa sin Relojes sentada en el balcón mientras mascaba ausente las flores azules anémicas que había arrancado de las plantas que adornaban la ventana. Aquel patio, de forma circular y carente de todo ornamento, se encontraba a sus pies como un pozo sombrío y estancado. Aquella losas negras, pulidas por el lustre que les había proporcionado el paso indiferente de muchos pies, se asemejaban más a agua estancada que a la piedra cuando se las observaba desde arriba».
Esta es la historia de un prostíbulo para hechiceros, donde seres de toda condición prestan servicios a los magos. Para lograrlo, Som-Som, la protagonista, deberá someterse a una serie de intervenciones, como la que cortará el puente de unión entre sus dos hemisferios cerebrales, la que impedirá que le vuelva a crecer el pelo jamás o la que fijará en la mitad derecha de su rostro una máscara opaca. Todo con el fin de que nunca pueda revelar lo que descubra en la intimidad de los hombres más poderosos.
Al mismo tiempo, esa incapacidad para desvelar secretos convierte a Som-Som en alguien a quien muchas de sus compañeras acuden para contar sus preocupaciones o filosofar sobre lo extraño de sus vidas, en el tiempo entre un trabajo y otro. Sobre todo Rawra Chin, la más encantadora y atrayente de las chicas de la Casa sin Relojes, ambiguamente masculina y femenina, y a la que buscan todos los clientes. Rawra Chin no desea pasar toda su existencia en el prostíbulo y un día se lanza a la carretera con una compañía de teatro, dejando atrás a su amante, el actor Foral Yatt, que también trabaja en la Casa sin Relojes. Rawra Chin obtiene un éxito impresionante y durante años solo saben de ella por los titulares de los periódicos. Se ha convertido en una actriz reputada. En respuesta, Foral Yatt intenta suicidarse bebiendo una pócima mortal del interior de una calavera de cristal verde, pero finalmente se tranquiliza y continúa con su vida, sin la presencia de la única mujer a la que ha amado.
Hasta que ella regresa
Un día, de repente, Rawra Chin vuelve al prostíbulo, sin que ella misma sepa por qué. Entre sus manos lleva un regalo para Foral Yatt, algo inesperado:
«-Te he traído un regalo (…). Es un juguete… un juguete para el intelecto. Me han comentado que es muy relajante. Muchos de los mercaderes más atareados que conozco y que más sufren el ajetreo que conlleva tanto negocio afirman que les calma enormemente (…).
-¿Qué tiene de especial?
-Tal vez haya un lagarto dormido dentro de esa esfera, o tal vez no. Esa es la cuestión.
Su silencio pareció invitarla a desarrollar esa idea.
-Se cuenta que existe un lagarto capaz de hibernar durante años o incluso siglos sin necesidad de alimentarse, respirar o beber; capaz de ralentizar sus funciones vitales de modo que una docena de inviernos podrían pasar entre cada latido de su corazón. Me han dicho que se trata de una criatura muy pequeña, no más grande que la articulación superior de mi pulgar cuando está doblado. Se dice que la gente que hace estos ornamentos coloca uno de esos reptiles dormidos dentro de cada una de estas esferas antes de sellarlas».
De eso trata «El lagarto hipotético», de pequeñas bestias que duermen durante largos años en el interior de una esfera de cobre. O quizá no. Quizá solo sea una esfera vacía a la que se le ha dado demasiada importancia.
La reacción de Foral Yatt ante el regreso, cinco años después, de su antigua amada, es la más perturbadora, terrible y monstruosa que se haya visto en la literatura de los últimos años, y dice mucho del horror que vive en los rincones más profundos y menos confesables del alma. Generalmente pasa desapercibido en nuestro día a día, pero está ahí, como un fantasma gélido y sinuoso al que ignoramos casi siempre.
Alan Moore es un maestro del terror psicológico, de la elipsis narrativa, de la atrocidad sugerida que se forma en la mente del lector. A lo largo de sus cinco décadas de trabajo continuado, ha dado al mundo novelas, cómics, relatos, artículos de opinión, obras teatrales, libros téoricos sobre magia e incluso una película, la inquietante «Show pieces», una serie de cortometrajes que realizó junto a Mitch Jenkins.
Es imposible quedar impasible ante una obra de Moore. Hay gente que lo odia y gente que lo ama, aunque la mayoría se da cuenta de que ni en muchas vidas sería capaz de entender todas las referencias que él introduce en sus páginas.
Hoy este genio cumple 65 años y seguro que aún tiene mucho más que contarnos.