El miedo a equivocarse es humano, pero en ocasiones el miedo es muy grande puede provocar perfeccionismo, parálisis o evitación. Todos ellos condicionarán negativamente la vida y restarán libertad. Por ello, es necesario entender las equivocaciones como un paso más de crecimiento y sacar el máximo partido de ellas.
El excesivo miedo a equivocarse es una conducta aprendida, que hay que desaprender porque trae consecuencias negativas.
Si no nos equivocamos, no aprendemos y no logramos evolucionar. Esto es así y siempre ha sido así, pero en contraposición nuestra cultura no acepta la cultura del fracaso.
“Fracasa a menudo para que puedas tener éxito más pronto”. Ésta es una gran frase dicha por Tom Kelley, de IDEO, la firma de diseño más respetada en el mundo. Éste es el mantra que se repite en Silicon Valley. Para llegar más rápido al éxito debemos tener la capacidad de fallar en reiteradas ocasiones o asumir que “el fracaso forma parte de la vida”, que es otra frase que me gusta y que debemos de interiorizar para ser valientes.
¿Qué es el fracaso? Muchos le dan una connotación negativa, como si el obtenerlo fuera el fin del mundo. Pero en realidad se trata de probar una hipótesis y darse cuenta de que no era la correcta. Mientras más eficientes y rápidos seamos en llevar a cabo este proceso, menos costoso y lento será el camino al éxito.
Sin embargo, es mucho más fácil decirlo que hacerlo. A nadie le gusta fallar y mucho menos aceptar que se fracasó. Es muy raro encontrar a alguien que públicamente admita que falló, que se propuso hacer algo y no resultó en lo que él esperaba. Esto debido principalmente a un tabú social y al temor del “¿qué dirán?” o “¿se me cerrarán las puertas?”.
A lo largo de mi experiencia profesional, en los cursos que imparto a desempleados muchos me comentan que una forma de salir del desempleo podría ser crear una empresa pero no lo hacen por miedo al fracaso. Lo ven como una operación de mucho riesgo, tanto económico como personal, y muchos no se ven con la valentía necesaria para afrontarlo.
Con todo, otra realidad de nuestra época es que el trabajo por cuenta ajena tiende a disminuir, sobre todo para aquellos trabajadores de más de 45 años a los que el sistema es reacio a darle oportunidades de empleo por cuestión de edad.
En una cultura como la nuestra, estamos acostumbrados a maltratar al que ha fallado y le decimos que deje de intentarlo, que no es bueno para ello. Vemos que alguien inicia una empresa y no lo logra, entonces asumimos que, porque falló la primera vez, ya no debería de continuar intentándolo. No obstante, la realidad es todo lo contrario. Esa persona tiene ahora más experiencia, una que no se puede aprender en las aulas de un colegio o alguna universidad, ni siquiera en el escritorio de una empresa ajena. Aprender de tus errores es una lección cara pero muy valiosa.