Desde «Vigo é» queremos contribuir también a este esfuerzo, comentando una de sus novelas menos conocidas: «Los amotinados del Bounty». «Creemos necesario advertir a nuestros lectores que esta narración no es una ficción. Todos los detalles han sido tomados de los anales marítimos de la Gran Bretaña. En algunas ocasiones, la realidad nos proporciona hechos tan novelescos que ni la propia imaginación podría añadir más».
Este es el sugerente comienzo de «Los amotinados del Bounty», la contribución de Jules Verne a la narración naval más famosa de la Historia, y que apareció publicada en 1879 en el Magasin d´éducation et de récréation. El texto está basado en un estudio acerca del hecho real del motín a bordo del navío HMAV Bounty (His Majesty´s Armed Vessel Bounty), que había escrito el geógrafo Gabriel Marcel, y que Verne compró ese mismo año por 300 francos y reescribió para dar vida al cuento. De hecho, se trata de la primera adaptación de este hecho, que más tarde se haría tan popular por la llamada «Trilogía del Bounty», escrita por James Hall y Charles Nordhoff. El último escritor en contribuir a esta historia literaria ha sido John Boyne, con su «Motín en la Bounty», de 2008.
Verne apostó en su novela por el estilo directo, claro y dedicado a la aventura que solía utilizar en sus «Viajes extraordinarios». Refleja el desencanto de una tripulación que ha sufrido la brutalidad de su capitán y que no desea más que una vida pacífica. Pero también muestra el heroísmo de esos oficiales, abandonados a su suerte en una chalupa, y que aun así lograron recorrer casi 6000 kilómetros sin apenas medios, ni agua ni alimentos, mientras los amotinados sobrevivían en la isla de Pitcairn. Fue una proeza para ambos bandos, trasladada en numerosas ocasiones al cine.
«Ni el menor soplo de aire, ni una onda en la superficie del mar, ni una nube en el cielo. Las espléndidas constelaciones del hemisferio austral se destacan con una pureza incomparable. Las velas del Bounty cuelgan a lo largo de los mástiles, el barco está inmóvil y la luz de la luna, que se va perdiendo ante las primeras claridades del alba, ilumina el espacio con un fulgor indefinible».
Cuenta la Historia que la rebelión se produjo con la llegada del alba. El capitán William Bligh era un hombre severo en el trato a sus compañeros, veterano en la navegación y acostumbrado a ordenar castigos físicos. El Bounty había sufrido un contratiempo importante en su viaje hacia el Caribe, que lo obligó a permanecer varios meses anclado en Tahití. La tripulación se acostumbró a esa vida y varios marineros se casaron con mujeres tahitianas, entre ellos el segundo oficial Fletcher Christian, por lo que no estaban dispuestos a zarpar. Ambos elementos (la felicidad que dejaban atrás y la crueldad de Bligh) propiciaron el motín, que ya se ha convertido en leyenda.
Verne quedó fascinado por este hecho y escribió una hermosa narración de coraje, retribución y heroísmo. No hay buenos ni malos en «Los amotinados del Bounty», sino el deseo de encontrar la paz, el deber hacia la patria, las ansias de sobrevivir y la aventura, en un ambiente paradisíaco. Tahití es el lugar que vuelve locos a los hombres y por el que abandonan su mundo de origen, como les ocurrió a Fletcher Christian, Paul Gauguin y Marlon Brando. De hecho, el actor conoció a su tercera esposa, Tarita, durante el rodaje de «Rebelión a bordo», la película de 1962 basada en la novela de Hall y Nordhoff sobre las peripecias del Bounty.
Verne sabía que los amotinados estaban muy mal vistos por la férrea sociedad británica, y en sus líneas él los muestra como supervivientes de una experiencia desagradable y como pioneros de una sociedad nueva, marcada por valores cristianos. No son asesinos ni traidores, y seguramente la visión mucho más justa e indulgente que tenemos hoy sobre estos hombres, y que han heredado las obras literarias y cinematográficas de décadas siguientes, se debe al trabajo de Jules Verne, en esta primera adaptación.
Una novela perfecta para los «Días de leer a Verne», y que no es tan conocida ni tan homenajeada como se merece.