Ahí beben, se bañan y descansan. Hasta que decidan reanudar su marcha y busquen otro enclave, quizá también urbano, para hacer otra parada. Lo que también resulta muy agradable de su presencia es la demostración del respeto ciudadano por esas aves que en otras épocas del año y en otros lugares son objetivo de los cazadores y de los amantes de la buena mesa.